Conmocionado está el ánimo social al ser testigo en los últimos días de las prácticas de barbarie que en el ejercicio del poder, hoy se nos presentan de forma abierta y descarnada, para recordarnos de lo que algunos seres humanos son capaces de hacer, incluso en contra de sus propios conciudadanos, cuando los intereses particulares son puestos en evidencia o los planes de manipulación no resultan como se habían planeado.Asco, impotencia, incredulidad, pero finalmente, pasividad e indolencia nos llevan a convertirnos en cómplices silentes de la conservación de este estatus quo, al que la razón nos conduce a estados de autoengaño y cinismo, que incluso, llegamos hasta considerar como prácticas insuperables de nuestros sistema y cultura, como si los mexicanos todos, fuéramos esa caricatura o estereotipo que hoy se reproduce en las pantallas del cine con el nombre que quieran. Y así del asombro, de la fatalidad, pasamos a la ironía, a la sorna de conquistado, de la ancestral nación de los vencidos.¿De qué tamaño son nuestro confort, nuestra ignorancia o nuestra tolerancia, para ver con normalidad a la muerte que se cruza cada día frente a nosotros y le sonreímos como a la catrina de José Guadalupe Pozada, o al inmóvil tzompantli que creemos es normal, como el mueble de una sala o el dulce y el pan azucarado al que en lugar de erradicarlo de nuestra vida, hasta le construímos un altar?Todos los noviembres se conmemora a los muertos, pero estos años, ya no caben los altares y la muerte, vencida muerte, ya no es dulce, ni amiga, ni santa. Vaya de aquí para aquellos que no debieran haber muerto aún, ni así, mis respetos, para nuestra sociedad el luto y para quienes lo permitieron el repudio solidario.
puntodeequilibrio30@yahoo.com.mx