Tú también te me has ido condenado muchacho y te me fuiste así igual que el otro.
Te marchaste sin siquiera haberme dicho adiós, tu corazón se detuvo repentinamente un día domingo a las cinco de la tarde.
A esa hora justo antes del atardecer, tú decidiste que te marcharías para siempre de mi vida.
A los treinta años casaste y dejaste en esta tierra a tu mujer y a una hermosa hija…diste fruto en abundancia, tuviste muchos alumnos que en ocasiones suelen ser otros hijos.
Yo aún recuerdo aquellas noches de verano…Ay que días aquellos, la bola de treintones ochenteros a fume que fume mientras escuchábamos música y hablábamos.
Ay “Panchín…Panchín”, te extraño tanto condenado. El de “Las Noches de Alpurgis” …”Serpientes y Escaleras”.
Amante de la historia, intrépido, impaciente, siempre tenso. No olvidaré jamás tus ojos vivarachos y tu andar apurado como correteando la vida.
También tú Paco Amparán tenías un corazón enorme y amaste hasta el cansancio…te bebiste la vida como se bebe el agua un náufrago--beduino lagunero.
Ay Paquito…Paquito amigo mío, tú también te me fuiste. Quedamos pocos…muy pocos de esa generación de ochenteros…si acaso Enrique Esquivel el teatrero y yo y Beto Madero y algún otro descarriado que se nos haya quedado en el tintero.
Ya todos los demás se han ido, no sé, no sé algo tiene nuestra tierra lagunera, que hace que la gente huya… tal vez sea el sol ardiente del verano…la arena--sequedad que quema.
Paco Amparán el sempiterno temido profesor de historia, el devorador de libros.
Te me has ido como se me fue Armando, la gente lo dice fácil…muy fácil, ay mujer ellos han muerto como han querido ja.ja.ja. Sí se dice fácil tal vez porque ellos no tienen corazón y a mí me sobra.
Paco Amparán cincuenta y tantos años…muy buena edad para morir.
Y ahora… ¿Quién habrá de seguir de esa aún fresca y prolífica generación de ochenteros?
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