La lucha por la Independencia fueron muchas luchas, muy distintas entre sí por sus objetivos y la personalidad de sus actores.
Hidalgo, como sabemos, inició el movimiento en septiembre de 1810, pero para marzo del siguiente año ya todo había terminado. Rumbo a Estados Unidos para comprar armamento y retornar con mayores fuerzas y posibilidades de triunfo, los dirigentes insurgentes fueron sorprendidos y hechos prisioneros.
A poco más de seis meses, el sueño de la primera generación de líderes independentistas ya se había terminado. Así que uno se pregunta, ¿y qué diablos pasó después, hasta 1821, cuando se consumó la separación?
Vamos a ver algunos episodios de lo que ocurrió después de 1815, tras la muerte de Morelos y la casi desaparición del movimiento insurgente.
Mexcala y la obstinación indígena
Los continuadores de la gesta de Morelos fueron muchos, pero casi todos morían al poco tiempo en el campo de batalla, ante un pelotón de ejecución o en la cárcel. Uno de los hechos más sorprendentes de la revolución independentista ocurrió en una isla en el Lago de Chapala.
Dos caciques indígenas jaliscienses, Encarnación Rosas y José Santa Ana, fortificaron la isla de Mexcala y durante más de tres años lograron detener los destacamentos que contra ellos enviaba el gobernador de Nueva Galicia. La resistencia de este grupo, formado por indígenas puros, fue realmente heroica, pues los pueblos de la rivera fueron militarizados para evitar que los pobladores les enviaran comida. Me imagino a Don Chon pensando “mejor flaco y libre, que gordo y sometido a los gachupines.”
A fines de 1816, agotados por el hambre, y diezmados por la peste, Rosas y Santa Ana junto con sus hombres capitularon. ¿Por qué no hay en Guadalajara un pequeño monumento que los honre, en lugar del montón de estatuas de pésima factura que “decoran” la urbe?
¿Dónde quedó Guadalupe Victoria?
Un episodio ciertamente extraño fue la “desaparición” de Guadalupe Vitoria. Su nombre real era José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix y en 1812 se lo cambió por el que lo ha consagrado. Durante varios años, Victoria (sí, está mejor que Adaucto) mantuvo en jaque la ruta comercial México-Veracruz y logró someter bajo su control a varios pueblos importantes de Veracruz. Pero a partir de 1817 perdió todas las posiciones ganadas. Su ejército lo abandonó y Victoria se internó en la selva veracruzana. Sin más compañía que los animales silvestres, vivió una vida semejante a la de Robinson Crusoe, comiendo hierbas, frutas y algunos animales.
Cuando los vientos del país cambiaron, abandonó su refugio y volvió a la civilización. Se incorporó al Ejercito Trigarante y, años después, se convirtió en presidente de l Republica.
Un español luchando por México
En la primavera de 1817, cuando el virrey podía decir que todos los focos revolucionarios de la Colonia habían sido apagados, llegó al Palacio Virreinal una noticia que cayó como bomba. En la costa de Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) desembarcó una expedición libertadora conducida por un joven español, llamado Xavier Mina (bastante guapo, por cierto). En Londres había conocido al mexicano fray Servando Teresa de Mier, que lo convenció de venir a luchar a Nueva España. Le dijo que era legítimo combatir al absolutismo de Fernando VII en cualquier parte donde se luchara contra él, así en España como en las colonias. Mina quedó deslumbrado por esta idea. Me los imagino en alguna cantina en Londres, y al curita, en medio de las cervezas, contándole de la lucha de los insurgentes mexicanos.
Mina, que llegó con cerca de 300 aventureros extranjeros, se internó en el país, tuvo algunos éxitos militares y luego se unió a la guerrilla que comandaba Pedro Moreno, en las cercanías de la villa de León.
Apodaca, el virrey, desplegó un formidable aparato bélico para detener la carrera de Mina en suelo novohispano. Después de una derrota en Guanajuato, Mina y Moreno se refugiaron en el rancho de El Venadito, donde fueron atacados. Moreno, espada en mano, murió defendiendo su vida. Al día siguiente, el coronel realista Francisco Orrantia entró a Silao con Mina prisionero y la cabeza del coronel Moreno clavada en una lanza. El virrey fue premiado con el título de Conde de Venadito por esta acción. (En el pecado está la penitencia, porque eso de “Conde de Venadito”, suena bastante feo).
Un arriero del sur
Cuando los generales de Apodaca barrían los últimos residuos de la insurgencia, el sur empezaba a surgir como nuevo foco revolucionario. Lo curioso es que su líder no era un hombre cultivado como Morelos, Mina Rayón, etc., sino un arriero. Vicente Guerrero era un mulato que conducía a lomo de mula por veredas y caminos reales mercancías. La arriería le proporcionó el conocimiento excepcional de la geografía del sur y del carácter de sus hombres que en esos momentos la lucha requería.
Los resultados dela trivia de la semana pasada son los siguientes:
1a; 2c; 3b; 4b; 5c; 6b; 7b; 8a; 9a; 10b; 11b; 12 a; 13c; 14b; 15b; 16b; 17c.
Los ganadores pueden pasar por un obsequio a las oficinas de Milenio a partir del próximo lunes:
Nicolás Custodio, Federico Ramírez, Octavio Vázquez, Marco Antonio Muñoz, Rodrigo Fuentes, Alfredo Gutiérrez y Joel Jiménez. Muchas gracias por participar.