Entre los grandes genios de la humanidad, hay uno cuya personalidad tuvo una especial faceta. Pudo combinar el placer por los pasteles y la comida con una inteligencia que lo llevó a desarrollar grandes inventos y hacer grandes descubrimientos. Leonardo da Vinci era hijo de un rico notario de Florencia y de una campesina. Su mamá luego se casó con un repostero, que hacía deliciosos pasteles y dulces. Así que Leonardo aprendió el oficio y a apreciar la buena comida. Aunque Usted no lo crea, uno de los genios más grandes de la humanidad - pintor, inventor, filósofo, urbanista, poeta, escultor, etc.- empezó por la cocina.
En su juventud, da Vinci trabajó en una fonda como cocinero con un amigo que posteriormente sería uno de los pintores más grandes de Renacimiento, Sandro Botticelli, a quien también le agradaba mucho comer. Como la taberna en que laboraban se quemó, los dos amigos decidieron abrir una nueva que se llamaba La Enseña de las Tres Ranas. Un tiempo después, Botticelli se quejaba en una carta de la mala fortuna que ambos tuvieron y se la atribuía a su compañero. Pues resulta que Leonardo escribió el menú y, con su letra indescifrable -que solo podía ser leída en espejo- nadie entendió lo que ofrecían de comida.
En 1469, gracias a los contactos de su padre, Leonardo entró a trabajar al taller del maestro Andrea Verrocchio. Mientras estuvo ahí, su padrastro no se olvidó de él y le mandaba a diario deliciosos pasteles y dulces. Sus compañeros llamaban a Leonardo "el gordito da Vinci". Fue hasta que su maestro le ordenó pintar el maravilloso ángel que forma parte del Bautismo de Cristo, que Leonardo se ganó el respeto de los demás.
En esos años, la familia más poderosa en Florencia eran los Médicis. Su fortuna provenía de dos fuentes: eran dueños de barcos comerciantes y de bancos. Es interesante saber que en la Italia renacentista el capital comercial empezó a jugar un papel muy importante en la vida de las ciudades. Muchas palabras del lenguaje monetario y financiero moderno tienen su origen en aquella época: como millón, giro bancario, bancarrota (era lo que sucedía cuando los prestamistas ya no tenían recursos para cambiar monedas), etc.
Lorenzo de Médici, el Magnífico, (¡qué bonito apodo!), y su hermano Juliano fueron víctimas de un ataque en la Catedral de Florencia. El Papa Sixto IV, resentido porque Lorenzo no le quiso prestar dinero, se unió a una rica familia florentina, enemiga de los Médicis, los Pazzi, para asesinarlos. La señal para que los asesinos actuaran sería el momento de la consagración, cuando el sacerdote levanta la hostia.
En esos dramáticos momentos, Lorenzo logró salvar la vida, huyendo hacia la sacristía, pero su hermano Juliano fue asesinado. Lleno de ira y sed de venganza, Lorenzo identificó a los participantes de la conjura, los mandó ahorcar y luego ordenó colgar sus cuerpos en los edificios más altos de Florencia. El espectáculo debió haber sido espantoso. El joven Leonardo hizo entonces algunos dibujos de las víctimas colgadas, entre otros, del arzobispo de Pisa.
Más tarde Leonardo entró al servicio de Ludovico Sforza, Duque de Milán. Dicen que él mismo falsificó la carta de recomendación que le dio Lorenzo de Médici, pues éste solo lo recomendaba como tañedor de laúd. En la carta que Leonardo presentó, se decía que era el mejor constructor de puentes, fortificaciones y catapultas y que hacía unos pasteles sin igual. Ludovico lo nombró entonces Maestro de Festejos y Banquetes de la Corte y Consejero de Fortificaciones.
En la corte de Milán, Leonardo pudo desarrollar muchos de sus talentos. Para hacer más divertidas las fiestas, desarrolló novedosos instrumentos musicales como órganos y violas. Como parte de una escenografía teatral, Leonardo fabricó incluso un águila de madera, cuyas alas imitaban el movimiento del ave. Hizo, además, muchas escenografías y vestuarios para actores. Entre sus inventos de aquella época destaca una gran cantidad de artefactos bélicos.
A Leonardo, que era muy limpio, le molestaba que la familia Sforza se limpiara las manos, cuando comía, en su propia ropa o en la de sus invitados, así que inventó las servilletas en la mesa. El tenedor ya había sido inventado por los venecianos, pero Leonardo le agregó un tercer diente, lo cual era muy útil para comer los cordeles comestibles, que también inventó, y que luego se conocieron como espaguetis.
En la corte de Milán, Leonardo, aunque no era el pintor oficial, pintó a la amante de Ludovico, Cecilia Gallerani. El retrato conocido como La dama del armiño, destacó por su novedosa técnica. En 1492, Ludovico convenció a los hermanos del convento de Santa María de la Gracia para que le encargasen a Leonardo un fresco en la sala de su comedor, La última cena.
Durante casi dos años, Leonardo estuvo dándole vueltas y más vueltas hasta que los monjes se quejaron con Ludovico. Le dijeron que el pintor y sus ayudantes se tomaban todo el vino y se comían todas las provisiones. Leonardo luego dijo que era porque quería conocer el color de los alimentos antes de pintarlos.