Política

El virus de la desigualdad

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Las desigualdades sociales y económicas basadas en la clase, raza o género han existido desde antes de la consolidación del modo de producción capitalista. Pero esta pandemia ha revelado con toda su crudeza las consecuencias de estas desigualdades en un mundo donde a pesar de la crisis, o más bien gracias a ella, los ricos son cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres.

La acumulación por desposesión neoliberal que tan bien explica el geógrafo marxista David Harvey, donde se lleva a su máxima expresión la privatización de los sistemas de salud o educación, junto con la mercantilización de los bienes comunes como el agua o el saneamiento básico, ha provocado una retroalimentación con la pandemia que ha generado una crisis dentro de la crisis.

En este enero 2022 se han publicado dos informes que nos dan algunas pistas para leer el mundo en el que vivimos, cada vez más desigual. Por un lado, La ONG británica Oxfam ha lanzado “El virus de la desigualdad. Como recomponer un mundo devastado por el coronavirus a través de una economía equitativa, justa y sostenible”. Casi en paralelo, y para complementar nuestro análisis, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas (CEPAL), publicó su balance preliminar de las economías latinoamericanas.

Las conclusiones después de leer ambos informes son devastadoras. Vivimos en un mundo donde casi la mitad de la humanidad sobrevive con menos de 6 dólares al día; un mundo donde el 1% más rico del planeta duplica los ingresos del 50% de la población mundial; un mundo donde esa minoría del 1% genera el doble de emisiones a la atmosfera que una mayoría del 50%; un mundo donde la fortuna de los mil millonarios (cuyo número se duplico en la década posterior a la crisis de 2008 gracias a las políticas de austeridad contra las clases populares y los recortes fiscales a favor de los ricos) aumentó en casi 4 billones de dólares entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020.

Y en este mundo desigual, hay dos sectores que sufren aún más la desigualdad, las mujeres y las personas racializadas. Calcula OXFAM que si la presencia de hombres y mujeres en los sectores económicos más afectados por la pandemia fuese equitativa, 112 millones de mujeres dejarían de tener un riesgo alto de perder sus ingresos o empleos. También los datos de la desigualdad racial son terribles. Mientras que en Estados Unidos la pobreza entre la población blanca se incrementará en 4.2 puntos porcentuales, entre la población latina será de 9.4 puntos y entre la población negra alcanzará un aumento de 12.6 puntos porcentuales. Durante la pandemia, el nivel de hospitalización de la población negra, latina y nativo americana, fue cinco veces superior al de la población blanca.

Después de una contracción de 5.2 puntos porcentuales del PIB mundial en 2020 (-6.8% en América Latina), el 5.8% de crecimiento del PIB mundial con el que se cierra 2021 y el 4.9% calculado para 2022, nos deja un peligro, la inflación. En 2020 se mantuvo en porcentajes muy bajos (3%) pero en 2021 (septiembre) ya había alcanzado el 6.4% a nivel latinoamericano, el porcentaje más alto desde la crisis de 2008, cuando llegó a 6.9%. Entre otros factores, esto se traduce en que para 2022 el crecimiento latinoamericano calculado (2.1%) será menor al 5% mundial.

Pensando en la post pandemia, y cuando lo traducimos en la compra de vacunas, la CEPAL nos deja un dato demoledor. Entre Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, el Reino Unido y Japón, que concentran el 12’9% de la población mundial, acaparan el 39% de los compromisos de compra de vacunas.

Es hora por tanto de pensar la post pandemia más allá de la economía, y proponer una economía más humana enfocada en reducir las desigualdades del mundo en el que vivimos.

Una economía política que luche contra la desigualdad económica, racial y de género, como objetivo prioritario para el mundo post pandemia; que garantice servicios públicos universales; que apueste por salarios dignos y seguridad laboral, incluido el reconocimiento, también económico, del trabajo de cuidados no remunerados que hacen las mujeres.

Una política económica que, dado que pocas riquezas en el mundo se han obtenido de manera honesta, siendo la mayoría fruto de la explotación de las personas, los pueblos y sus recursos naturales, grave a quienes más tienen para garantizar desde el Estado una mejor vida a quienes menos tienen. No puede haber un verdadero proceso de transformación que reduzca la desigualdad de manera real, sin reforma fiscal.

Y si apostamos por la justicia social, de género y racial como forma de reducir las desigualdades en nuestras sociedades, tampoco podemos olvidarnos de la justicia climática, indispensable si queremos como humanidad tener futuro en un mundo a punto de superar los 1.5 grados de calentamiento global del planeta.

Katu Arkonada

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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