Cultura

Paz y las elecciones

  • Malos modos
  • Paz y las elecciones
  • Julio Patán

Se cumplieron 20 años de la muerte de Octavio Paz, con la correspondiente efervescencia de testimonios, artículos e invitaciones a leerlo. Quedó, pues, hecha esa chamba. Pero no me resisto a intentar comprender este proceso electoral a través de su lectura fascinada y sensata de la política.

No fue Paz propiamente un liberal. Coincido en que fue siempre un socialista de la manera en que es socialista un demócrata, posición a la que llegó, sabemos, desde su marxismo de juventud. Tuvo, sin embargo, un radar para las tentaciones autoritarias que es reconocible en muchos liberales. Identificó bien, de entrada, la forma priista del autoritarismo, la del PRI de antes, esa que llevaba aparejada una concepción estatista y autárquica de la economía. Sus críticas a Cárdenas y su matizada apuesta por Salinas en aquella elección tuvieron que ver, justamente, con que descubrió varios de esos atavismos en el ingeniero. Pero Cárdenas no es sospechoso de tentaciones antidemocráticas. Hoy se multiplican las invitaciones marrulleras a pensar en AMLO sin apelar a etiquetas del tipo "populista" o "autoritario", como si las etiquetas flotaran en el aire, y no tuvieran la manía de adherirse a los hechos. A Paz, testigo del auge de varios populismos —Perón, Torrijos— y del advenimiento de sus primos hermanos, los leninismos a la hispanoamericana tipo Cuba o Nicaragua, le hubieran inquietado, por decir lo menos, varios de esos hechos. Hubiera levantado la voz, sí, y la hubiera levantado desde la izquierda, esa izquierda heterodoxa y libertaria.

Como le hubiera inquietado el resurgimiento de la ultraderecha religiosa —antiabortiosta, homofóbica, machista— que se cuela, extrañamente, por el priismo gracias a la campaña bochornosa de Mikel Arriola, en el ámbito chilango, y por la izquierda, con el ya demasiado referido matrimonio entre Morena, Espino y el PES.

Pero el AMLO que lo hubiera inquietado no es el del primer debate, ese hombre apocado y confuso que miraba al piso. Tal vez su inquietud se remitiera al Bronco, que es otra forma de regreso al pasado, la del México profundo. Y es que, en el fondo, lo que tenemos enfrente es una elección dominada por la voluntad de regresión, por un espíritu literalmente reaccionario, del que se salvarían Anaya si no prometiera regalarnos dinero a todos y Meade si no abonara al catolicismo arriolista.

Para terminar, cita de Paz, de El laberinto de la soledad por supuesto: los mexicanos luchamos, dice, con "vestigios del pasado y fantasmas engendrados por nosotros mismos".

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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