Cultura

Luis Miguel, la serie

  • Malos modos
  • Luis Miguel, la serie
  • Julio Patán

Caí. Me cuento entre los muchos que andan enganchados con la serie biográfica dedicada a Luis Miguel, la de Netflix, y entre los que, me parece, lo hacen con cierta perplejidad, no sé si incluso con cierta culpita emboscada. ¿Es justa? No creo. Luis Miguel, sobra decirlo, fue un punto y aparte en la explosión ochentera de la música pop mexicana, esos años en que coincidió, digamos, con Flans y Timbiriche. Pero su caso es único no sólo por las cuotas de éxito que alcanzó en México y luego en muchos otros países, con ese virtuosismo que no se le puede regatear y esa belleza italo-hispánica que generaba histerias elvispresleyanas, sino por el misterio que envuelve a una vida que percibimos también –en esas fotos de paparazzi en Acapulco con muchos kilos de más, en esa rumorología sobre su mala paternidad, sus presuntos vicios, sus problemas recientes para cumplir con sus contratos–, como rota, como un quebranto. Está ahí, pues, la materia prima de una gran historia de auge y caída como las que tan bien han sabido recrear el periodismo, el cine y la tv gringos desde siempre. Qué bueno que la industria se meta en esas aventuras.

Qué bueno, sobre todo, que empecemos a explorar a profundidad nuestra cultura popular reciente, un fenómeno o más bien una variedad de fenómenos de mucha mayor complejidad que la que en términos generales le atribuimos y que, con ese cierto esnobismo de las clases medias ilustradas, relegamos o disfrutamos en lo oscurito, closeteramente, con culpa, porque qué oso aceptar que tú, tan rock progresivo italiano (eso sí, qué oso), o tan Silvio Rodríguez (lo mismo) o tan AC/DC (gloria eterna) te sabías las de Luismi y las de Flans, que quién sabe como habían permeado el neopreno de tu cultura alternativa y dizque sofisticada. Y la exploración de Luis Miguel es profunda a ratos largos, es minuciosa, y tiene una estructura y un ritmo narrativos así, de pop ochentero: eficaces, pegajosos, adictivos. Bravo. ¿Concesiones? No muchas y en general útiles. Ese padre, Luisito Rey, monolíticamente malo, en realidad un psicópata o cosa parecida, interpretado con brillantez por Óscar Jaenada. Esa madre monolíticamente buena, otra víctima, desaparecida en condiciones misteriosas. Pero no es una serie maniquea o simplona. No es un culebrón a la antigua. Hay tonos de gris.

Luis Miguel se suma a la biopic de Gloria Trevi (2014), en ese esfuerzo de exploración de que hablaba. Ojalá que cunda el ejemplo. Ayuda a conocernos y de paso, me parece, a que se nos quite un poco lo mamones.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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