El amor que Fernando Ortiz supuestamente le tenía a Santos, se derrumbó. De alguna manera se le advirtió que no viniera pero su espíritu verde fue más poderoso que su inteligencia.
Siempre creyó lo que de las oficinas le dijeron en cuanto a verdaderos refuerzos, lo cual nunca aconteció.
Como gran conclusión de esto, ahora con hechos consumados, nos debe quedar otra vez muy claro que no hay forma de tener y ver inversión nueva y fresca en este equipo que fue maravilloso.
Las decisiones y los estragos de las mismas, vienen aniquilando lentamente al club.
Al menos esa enseñanza nos han dejado. No importa quién venga como entrenador nuevo o diferente; de nada servirá si no hay un cambio sustancial de jugadores.
Y como Fernando solicitaba eso y le dijeron que no, entonces el futuro no es incierto porque queda claro que el plantel será el mismo.
El Club Santos tomó la decisión de dar por concluida la relación y de aquí en adelante con este estigma vivirá.
Recordaremos a Fernando como un hombre de buena voluntad, que nunca quiso hablar de Orlegi y bien sabido tenía los daños que eso causaba.
Se pasó de ingenuo y de buena gente porque a la vista queda que lo trajeron como estandarte, como un paliativo, alguien que podría calmar las incomodidades de la afición.
No alcanzó. Simplemente el plantel tan corto que hay es muy ineficiente y así seguirá mientras persistan en lo mismo.
Ya es tiempo de concluir para siempre que en cualquier equipo del mundo, el plantel está por encima del Director Técnico. No es al revés por más respeto y jerarquía que se pretenda tener hacia la cabeza.
En este caso ha quedado confirmado; los jugadores van primero.
Pero como en el Santos no existe la menor intención de renovar de manera significativa el plantel, todo seguirá igual o peor. No es mal deseo, simplemente es confirmación de los sucesos verídicos de los anteriores dos años.
La mayor prueba está en que el año anterior fue el peor equipo del torneo, y sin que eso le diera vergüenza a los que mandan.