El equipo Santos decepciona y causa molestia. No es necesario aportar pruebas porque sus malos resultados lo culpan.
Verlo jugar es deprimente.
De muchas maneras, todos sabíamos que este tan mal momento podía presentarse. No es novedad ni nos agarró fuera de alerta.
La responsabilidad de esta precaria situación no es exclusiva de Ignacio Ambriz; hay más involucrados quienes con el afán de aprovechar el “no descenso” hacen malabares para sostener el nombre del equipo en la categoría pero también en la parte baja de la tabla general.
La afición futbolera de la Comarca Lagunera está harta, decepcionada, molesta.
La esperanza de que algo mejor va a suceder es nula. Se comprende que estar en “tres entidades organizacionales” es complicado pero no al grado de dar pena.
El Santos de hoy ya no da alegrías ni brinda felices emociones.
Da pena.
Esta realidad actual estaba en el horizonte, sabíamos que se podía dar.
Hoy es presente como antes lo fueron los subcampeonatos y por supuesto que los campeonatos.
Se ha traicionado la felicidad de los laguneros. Y esto cala a muchos y a todos los niveles.
Nos dirán que “van a seguir trabajando”.
Nada más falta que ya no trabajen.
Con Tigres a la vuelta de la esquina, con un punto en su haber y actuaciones deprimentes, el asunto no se resuelve teniendo falso optimismo.
La decepción y la molestia han tomado posesión del Santos, antes brillante y maravilloso equipo.