El señor Francisco Rodríguez desde el mismo aeropuerto de Torreón, al llegar, sin que le preguntaran algo en específico dijo que había que “Confiar”.
Con esta exposición y casi explosión nos vamos a quedar por lo pronto.
Todos sabemos el tipo de equipo que es Santos y conocemos a la perfección la inmensa pequeñez que lo abraza.
Quien pretenda defender lo contrario demostraría que no se detiene a observar con calma el tipo de alcances que puede ofrecer el conjunto que va a dirigir.
Surgen las preguntas: ¿Confiar en qué, en quién, cómo confiar, por qué confiar, existen motivos para confiar?
Al usar este verbo (Confiar) se demuestra que hay toda una gama de realidades no agradables pero que se hicieron presentes.
El nuevo entrenador no sabe qué tipo de equipo le han encargado y desconoce con precisión las enormes carencias que se tienen.
Lo engañaron, no le plantearon toda la verdadera realidad, lo entusiasmaron con la promesa de promocionarlo en nuestro país o le dieron carta abierta para hacer y deshacer, al cabo peor no se puede estar.
La comunidad lagunera de futbol actual ya está cansada y harta de tanta mentira que ha propuesto el club hasta la fecha. Imposible creer en el Santos de ahora.
Para los intereses del club, desgraciadamente ya no es fácil dejarse llevar por lo que proponga la antes sagrada institución.
Por lo tanto, lo sepa o no, le interese o no, le ocupe y preocupe o no, el señor Rodríguez debe pronto cambiar su discurso porque no existen motivos para confiar.
El espíritu de ánimo y de trabajo se podrá tener pero lo que no existe es un plantel confiable para poder verlo destacar.
El optimismo hueco a nada bueno conduce. El serio problema es que el recién llegado no conoce a sus dirigidos; ya los conocerá.
Por mientras (y se comprende) él tendrá que vivir dentro de un optimismo verdadero según sus intenciones pero falso en el fondo. He aquí lo más triste.
Las bellas arengas se aceptan antes de empezar. Esperemos a que llegue la realidad.
