Con nuevos bríos el Club Santos se dispone a comenzar el torneo con un mismo rol; el de víctima.
La opinión generalizada del país es que el equipo lagunero no tiene la calidad ni la intención para destacar en el torneo Clausura 25. Triste es la afirmación pero se acerca a una realidad.
Desgraciadamente el calendario inicial no ayuda a pensar en resultados favorables.
Dicen los bien enterados que en la fecha tres, América todavía vendrá con el confeti en la cabeza. Estos tricampeones quieren retarse a sí mismos porque el torneo pasado fueron lugar ocho y les alcanzó.
Le van a apostar a su reciente vivencia.
¿Fernando Ortiz confía en su plantel? Si le preguntamos de manera frontal, dirá que sí pero en el fondo todos debemos saber que a primera vista no alcanza para abrigar ilusiones.
Todo es mucha duda porque no ofrecieron una renovación confiable.
Aquí brota la interrogante. Con un plantel sin cambios sustanciales por más sanas intenciones que se pretendan aplicar, es imposible esperar diferentes actuaciones y resultados generosos.
Esto lo sabemos con claridad. Parece que al interior de la institución no lo conocen o se hacen los no enterados. Es la pregunta que todos nos hacemos.
A nivel nacional, al Santos ya ni en el mapa lo ubican. Tristemente es lo que es. No lo consideran en sus conversaciones porque existen suficientes motivos para generar esa idea.
La inyección económica traducida en nuevos y mejores jugadores no se palpa. Esto nadie lo puede negar ni defender.
En la aventura del 2025 se le desea al Santos que tenga un buen torneo.
El deseo puede ayudar a mejorar los resultados y renovar los constantes bríos que se van a requerir para poder verlo, al menos, a media tabla.
De ellos depende, no de la afición ni de la prensa.
