Sin congruencia, sin vergüenza, sin atracción, sin puntos, sin pudor, sin capacidad para entusiasmar. No existe la presencia de este club, no se le percibe por ningún lado.
Es triste externar esta idea pero es la verdad. Este Club Santos provoca más desaliento y sin sabores que entusiasmo.
La institución lo sabe pero no se inmuta para tratar de modificar su postura.
Poco a poco se han ido quedando sin afición que realmente lo quiera apoyar y proclamar que son sus seguidores.
Es desolador el panorama, situación que ellos mismos generaron.
¿Quién se va a apiadar de este Santos? Como se observan las cosas, ni ellos mismos pretenden compadecer a la institución porque no tienen los argumentos motivacionales para que más gente se interese en el Club.
Más triste es el panorama que la misma organización fue construyendo a sabiendas que su proceder ya no estaba funcionando.
Fernando Ortiz tomó el mando más con el corazón que con certezas que le aseguraran ciertos lineamientos de éxito. Ahí radicó su primer error.
Creyó en la buena voluntad de otros y nunca imaginó que lo fueran a dejar tan solo.
Lo prometido puede ser deuda pero al paso que van no se ve por dónde puedan emparejar los compromisos.
El mismo entrenador se embarró solo cuando con mucho desconocimiento afirmó que desde la jornada uno veríamos a un Santos diferente.
Con sarcasmo se puede sostener que sí hemos visto un equipo diferente pero peor.
La buena intención de hace dos meses nunca apareció.
No todo está en los sentimientos que se tengan hacia la marca y los colores de esta empresa.
Hoy nada tiene sentido por más cariño que se pretenda fabricar.
Las divisas bien establecidas se posicionan con triunfos en el campo no con buenos deseos.
En Santos muchas cosas no tienen sentido.
