Política

Quesadillas sin queso

A mi amigo Mario Bebia, que se fija en las palabras

Como el idioma nos pertenece a todos, todos se creen autorizados para meterle mano y para opinar con la autoridad les otorga el simple hecho de hablarlo. Sin embargo, muy pocos saben la naturaleza exacta de la lengua que todos hablamos.

Una las discusiones lingüísticas recurrentes es el asunto de las quesadillas que no llevan queso.

Para no entrar en honduras semánticas, sólo hablaré de la convención lingüística. Eso que hace que usemos las palabras de manera arbitraria e irresponsable y que aun así nos sirvan para comunicarnos.

Ejemplos hay muchos, pero por razones de espacio mencionaré sólo un par de ellos.

Esa convención a la que he aludido permite que en ciertas regiones del país se utilice el verbo “ocupar” en lugar del más preciso “necesitar” o incluso “querer”.

Ya me gustaría ver a uno de esos gramáticos de ocasión tratando de corregir a la bandita de la región en la que se habla de ese modo.

Es su uso, es su costumbre, a ellos les funciona y está bien que así sea, en vez de criticarlos, haz un esfuerzo por comprender, al menos cuando andes de visita.

La suma de esas peculiaridades es lo que da cuerpo a la famosa identidad. Imagínense qué insoportable sería un país, o un continente, en el que todos habláramos igual, aunque lo hiciéramos con mucha “corrección”.

Esa misma arbitraria convención es la que permite que en el llamado centro del país (en Chilangolandia) a esas tortillas puestas en el comal, dobladas sobre sí mismas y rellenas de queso, u otras delicias, como chicharrón prensado, flor de calabaza o huitlacoche, se llamen quesadillas.

¿Acaso nunca se han tomado una limonada de fresa? Si es de limón, es limonada; de naranja, naranjada; de fresa: te la pelas (y ya no hablemos de la piña).

Trataré de explicarlo de otro modo, espero no estallen algunas neuronas. Hay muchos casos en el idioma, en todos los idiomas, en que un rasgo que dio origen a una palabra, puede eventualmente desaparecer de ella, con lo que dicha palabra adquiere un nuevo sentido y, en última instancia, otro significado.

La palabra “caldo”por ejemplo, viene del latín calidus, que significa “caliente” y se usaba siempre para líquidos con temperatura elevada; actualmente, se utiliza para señalar una gran variedad de líquidos de distinta naturaleza y que incluso pueden estar fríos, como el llamado caldo de cultivo; en algunas regiones de España, incluso, llaman caldos a los vinos que producen.

Hay un ejemplo que me encanta y que ahora expongo.

En portugués existe el verbo dejejuar(desayunar), que en Brasil sólo utilizan uno que otro mamerto (el equivalente del menso que por acá se escandaliza con las quesadillas sin queso). Así es, los cariocas no usan la palabra desjejum (desayuno) sino una mucho más bella y que te instala de golpe en la mesa: “café da manhã”.

Como es natural, no todos toman café y muchas veces ese “café da manhã” no incluye una sola gota del cálido brebaje y nadie se escandaliza por ello. Basta con que se tome por la mañana y si lleva o no café, es lo de menos.

En el norte del país que, curiosamente, es donde más se escandalizan por las quesadillas sin queso, llaman “piñata” a cualquier fiesta infantil, haya o no piñata de por medio, que no se hagan.

Dicha convención ha llegado hasta el Google translator y si no me creen hagan la prueba, escriban la palabra desayuno y pidan al algoritmo que encuentra el equivalente en portugués para ese sustantivo, compartan su experiencia.

Juan Casas Ávila

@contraperiplos


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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