Política

Ellos son el problema

El problema son esos que hablan de democracia, de igualdad de oportunidades, de libertad y de todas esas linduras que suenan muy bien en el discurso; pero que con su actuar caen del lado del privilegio. Mueven reglamentos, estatutos y demás reglas para salirse con la suya. La democracia está bien mientras sean ellos los beneficiarios de la fiesta; pero, cuando las cosas cambian, comienzan a perder esa vocación libertaria y se vuelven intolerantes y tramposos.

Si tienen la necesidad de mentir, mienten si esto implica salvar la patria, la idea que ellos tienen de dicha salvación patriótica. Entonces se les olvidan las clases de democracia que repartían durante la víspera y se brincan la fila, lo hacen con todo el descaro y la gandallés que les otorga el saberse impunes gracias a sus infinitas conexiones. Quizá algún día devolverán el favor con creces, porque todos ellos constituyen una red cuyos hilos están en prácticamente todas las instituciones del país. Son una mafia, pues.

Esos son los mismos que cobran peaje a todo aquel que desee participar de los beneficios de alguna institución. Si un profesionista desea tener una plaza en alguna instancia del gobierno deberá saber quién es la persona indicada y llevar su sobrecito de papel manila. Lo mismo sucede si eres futbolista, esta es una verdad bien sabida y prácticamente constituye una cultura, una forma de proceder en la mayoría de las instancias.

Esos de los que hablo que se benefician de sabáticos después de haber andado de licencia durante años, es probable que hayan estudiado la parafernalia leguleya, para actuar del modo en el que lo hacen con toda impunidad, y hasta es probable que sus actos estén avalados por algún hueco legal o un simple giro semántico. Es probable, incluso, que lo que hacen sea legal. Recuerdo ahora a don Tomás Mojarro, quien decía que lo legal no siempre es legítimo; mucho menos en este país de contrastes y desigualdad; incluso resulta obscena la forma en la que se conducen estos “adalides de la democracia”. Incluso andan queriendo resucitar a un exsecretario de estado que se hizo célebre, no por su pericia como tecnócrata, sino porque se jubiló de su jale en el gobierno con sólo un año de trabajo. Decir que son voraces es quedarse cortos. Ante esta voracidad, mi señor padre, que en paz descanse, solía decir: “Tragan sin quitar el ojo del plato del vecino”.


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Juan Casas Ávila
  • Juan Casas Ávila
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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