Constantemente me pregunto cómo es que quisiera llegar a los 62 años de edad -aunque falte bastante-, pero el que fuera el líder de Sonic Youth da un fuerte golpe de autoridad acerca de la manera de acumular años y no perder vitalidad alguna. En su más reciente álbum By The Fire, editado por The Daydream Library -su propio sello discográfico- da cuenta de que su capacidad creativa está intacta y que todavía le apetece regodearse entre las guitarras eléctricas, la distorsión y la danza entre las disonancias y la melodía. Se trata de un músico con una fortísima pátina de autor y es por ello que no inventa el hilo negro; acude una vez más a un rock ruidoso y áspero, que se divide entre canciones breves -en su lado más accesible- y variaciones de larga duración en las que se explaya instrumentalmente y abraza al ruido. Entre las primeras se encuentran “Hashish” y “Cataloupe”, que abren el disco en lo más alto y se la dejan difícil a los 12 minutos de “Siren” o los más de 16 de “Locomotives”, pero lo logran.
En varios temas tiene a Steve Shelley -su compinche en Sonic Youth- a la batería, mientras que en todo el disco coloca en el bajo a Deb Googe (My Bloody Valentine), con lo que el muro de sonido de alta intensidad está asegurado y sacude al escucha.
Thurston Moore es un rey a la hora de hacer pequeñas variaciones, cambiar ligeramente de acordes y lograr así reinventarse. Ni duda cabe que anda en llamas y que concentró su fuego en 9 canciones que se remontan hasta 1 hora y 22 minutos. Hay que dejarlo arder y rockear, uno de nuestros viejos héroes está que no cree en nadie (más que en sí mismo).
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