“Vendrá la muerte y vendrá por los dos, impactados en algún paredón y una luna azul iluminará nuestros cuerpos tan serenos”, se escucha en uno de los temas del rockero poblano que con su quinto disco -Ciudad Soledad- se afirma como uno de los mejores letristas del panorama nacional. No es un asunto menor que sea un artista que le da una importancia superlativa al manejo del lenguaje y ello se plasma en las 13 canciones que conforman la entrega.
Esta vez más cerca de Bob Dylan que de Johnny Cash, consigue cancionar con brillantez a la cuarentena en una pieza nombrada “En casa” -emparentada con “I want you” del de Minnesota. A poco más de 10 años de carrera, en este disco consolida el sonido de la banda tomando distancia del dark pop de antaño y probando con un rock de acentos vintage que le permite potenciar ese tono nostálgico tan disfrutable.
Aquí también se encarga de enfatizar su parte noctámbula y de cierto malditismo a través de temas tan embriagadores como “Whisky y anfetas”, “Sarcófago”, “Cenicero” y “Desayuno en el bar”. Todavía quedan singer-songwriters -al estilo de Nacho Vegas- que intentan ofrecer en las rocas la esencia más pura del desamor y la vida allende los márgenes del pudor.
Desde la total independencia ha labrado una carrera a sangre fuego en la que se privilegia la parte narrativa y se acompaña de un rock tan bien destilado como el mejor de los finos licores. A estas alturas, Iván es alguien que conoce bien los secretos del oficio y lo explota con suficiencia: “Pasa el tiempo y no me aburro de bajar al inframundo, de encontrarme a ese tipo parecido al viejo Burroughs”.
Ya sea llamado ondero o infrarrealista este rock rifa duro.
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