En una sola frase se confirma la sapiencia del escritor francés Pierre Lemaitre: “Hemos perdido la memoria como instrumento para entender el mundo”. Y ello se refleja en todos los órdenes sociales e individuales. Se produce una especie de amnesia colectiva… porque sólo así podríamos entender que la alcaldesa y toda su comitiva puedan creer que al concluir los 4 años de gobierno municipal, Pachuca sea una mejor ciudad para vivir.
Tendríamos que recurrir a una vieja canción de Shakira para reforzar la idea; solamente “sorda, ciega y sordomuda” y viviendo en una burbuja (como la de la NBA) alguien concluiría que la capital del estado haya progresado en los últimos años.
Tellería logró el reclamo unánime ante el deplorable estado de las calles, pero fue indiferente (no consiguió presupuesto); en su lugar, cambio las luminarias de las calles por unas que ofrecen un haz de luz blanca de efecto paupérrimo.
Refrendó el lucrativo negocio de los parquímetros, negándose a escuchar a la vox populi. Por otra parte, la inseguridad se multiplicó en muchas colonias y los procesos de burocracia kafkiana la acompañaron de principio a fin.
Cierto, le tendieron diversas trampas, pero no tuvo ni la inteligencia ni la capacidad de gestión para superarlas. La administración de Yoli Tellería se murió de nada; será una profunda grisura la que acompañe su recuerdo. Quizá no tuvo los dispendios y la megalomanía de la anterior, pero los resultados concretos no aparecen por ningún lado.
Tan sólo queda la urgencia para que ya concluya el encargo y decirle: adiós, que le vaya bien.
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