Cultura

David Bowie y su biografía ilustrada

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Era casi una obviedad que un artista tan inmenso como David Bowie dejara una especie de testamento musical; lo hizo editando Blackstar (2016) y un par de días después de celebrar su cumpleaños 69 falleció (el 10 de enero). Crítica y seguidores se volcaron sobre “Lazarus”, como la canción clave, y por supuesto que tiene ese sesgo de “levántate y anda”, pero había una mayor carga de despedida en “I cant give everything away”, que además cierra el disco. En el tema vuelca esa noción de quien se sabía viviendo sus últimos días: “Sé que algo está muy mal/ El pulso regresa para los hijos pródigos/ El oscurecimiento de corazones con noticias embellecidas/ Con diseños de esqueleto en mis zapatos”.

Se trata del mensaje de un artista total que calculaba milimétricamente cada una de sus acciones; reflexionaba sobre el impacto que tendrían sus movimientos estéticos –lo mismo una exposición de sus pinturas que un musical de Broadway-. Bowie sabía que tenía un lugar bien ganado en la historia y que su influencia seguiría siendo definitiva y definitoria para diversas clases de personas –pertenecientes a generaciones varias y por venir-.

Me consta como muchos millennials lo descubren y se sorprenden con su larguísimo repertorio; los más veteranos lo conocen bien, pero siempre están ávidos de nuevos materiales que se tornen objetos de colección. ¡Y vaya que Bowie -una biografía- es una belleza editorial! Lumen ha sacado un libro que destaca desde la misma portada, que no sólo cuenta con uno de los característicos dibujos de la artista Maria Hesse sino que presume de tres apliques de una tinta especial a registro y que coloca brillo metálico y diamantina en la frente y manos del músico británico.

Precisamente la virtud de esta obra es conectar a Bowie con las nuevas generaciones y lo hace a través de lo atractivo del libro-arte objeto –porque este trabajo no es otra cosa-. Mantiene de principio a fin un carácter lúdico a partir del diagramado y los espléndidos dibujos. La parte informativa está muy dosificada y mantiene un tono coloquial. El resultado es 100% lúdico.

Pero lo que lo distingue de otras biografías, no sólo de este artista sino de todos en general, es la acertada decisión de incorporar un poco de ficción al relato. Detectaron momentos en que era más lindo y oportuno imaginar, que apegarse literalmente a los hechos; sobre todo en los últimos años y la parte concerniente a la enfermedad y fallecimiento; es mucho más hermoso verlo fundiéndose con el cosmos y convirtiéndose en polvo de estrellas (ese Stardust que lo acompañó por largos años).

En ese sentido, Fran Ruíz, el escritor encargado de confeccionar el texto a partir de los datos de varias obras preexistente apuntó: “Parecía más interesante, más lógico, hacerlo con esos componentes de ciencia ficción. Funcionaba muy bien como metáfora, y al mismo tiempo nos parecía coherente con la misma obra de Bowie que en muchos casos es un juego de espejos. Hemos hecho lo que precisamente él hacía con las ficciones, subrayarlas”.

Por su parte, María Hesse, la ilustradora española nacida en Huelva en 1982, y que cobrara fama internacional con un proyecto similar centrado en la pintora mexicana Frida Khalo, explicita tanto su concepción del volumen como de su feligresía: “Teníamos muy claro cómo queríamos hacerlo, de una manera que estuviera a la altura del personaje. No podíamos sacar una imagen de Bowie en la cama de un hospital. Lo que yo intento hacer es una narración de su muerte con mucha honestidad y cariño, narrando algo que vuelve a ser de ciencia ficción pero creo que es coherente con su personalidad y con su obra”. Fue una parte compleja. Ningún artista me ha dado tanto como Bowie; es verdad que cuando una persona así muere hay menos energía creativa en el mundo”, durante una conversación con la periodista Marta Ailouti.

A estas alturas Bowie es una galaxia en expansión; una leyenda que fue labrada por un solo cuerpo y personalidades múltiples: El Hombre que Cayó a la Tierra, el Comandante Tom, Ziggy Stardust, el Delgado Duque Blanco, el Camaleón caleidoscópico, el Rey de los Goblins, el Hombre Elefante y otras cuantas encarnaciones más.

Detrás suyo se encuentran más de ciento treinta y seis millones de discos vendidos (sin contar las descargas digitales), así como aportaciones cruciales para la historia, no sólo del rock y la música en general, sino de alcances sociales muy relevantes; sus aportaciones para la liberación sexual fueron determinantes, por citar un ejemplo. Se consolidó como una figura que pudo incursionar en varias disciplinas artísticas y en cada una de ellas lograr hallazgos muy valiosos. Recordemos el uso e impulso que brindó a la mímica (que aprendió de Lindsay Kemp), su faceta como actor cinematográfico, su labor como coleccionista de arte y hasta un espacio como pintor.

Las listas que recopilan sus más grandes éxitos varían muchísimo, dado que su repertorio es muy vasto y cada persona conecta con temas muy diferentes –ni siquiera la crítica especializada consigue ponerse de acuerdo-. Lo importante es disfrutar a partir de una manera muy personal su discografía, ya sea remontándonos a su debut (que no tuvo gran repercusión), reviviendo la aclamada trilogía berlinesa o su faceta más pop y soul de los años ochenta; ya se sabe que su lado glam sigue brillando como la diamantina de la portada.

Lo que es indiscutible es que ambos autores disfrutaron mucho recreando a su propio Bowie. Ruíz hizo un puntual trabajo documental, mientras que Hesse incorporó elementos de su figuración en los dibujos y la combinación resultó afortunada; por lo que es interesante conocer a través de la artista de dónde es que viene ese uso de corazones a los que les brotan ramas y hojas: “Es una forma de representar las emociones. Antes aparecían desnudos, ahora le acompaña todo un universo con significado para mí. Esos corazones no aparecen siempre, tiene que haber un motivo, un sentido. Y normalmente va con personas o seres que son especiales”.

Concluyamos la entusiasta recomendación de esta joya editorial que ya circula en librerías nacionales con un apunte de parte del periodista Xavier Valiño y que redondea el sentido de una obra imperdible: “Me alegra saber que estoy ayudando a mis fans a descubrir los personajes que albergan en su interior”, reconocía Bowie a Alan Yentob en el documental Cracked actor, en 1975, como bien recuerda una de las páginas de este libro. Y Bowie -una biografía- consigue que así lo recordemos quienes tuvimos la suerte de compartir parte de nuestra existencia con él y, al mismo tiempo, que lo descubran maravillados —y probablemente boquiabiertos con estas ilustraciones— aquellos que no la tuvieron”.

circozonico@hotmail.com

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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