Quizá pudiera pensarse que el título de esta columna se refiere al accidente de la crítica Avelina Lesper en la pasada MACO, pero no. De verdad se tiene que esforzar una Secretaría, como la de Cultura de Hidalgo, para uno no pueda sino sentir pena ajena por ella. Me explico.
Ya se ha reiterado que su titular no entiende ni los fundamentos de la materia a su cargo; su incapacidad y falta de conocimiento han quedado evidenciados en diversas ocasiones. Le peor del caso es que sus limitaciones se han extendido al resto de sus colaboradores, que también muestran un supina ignorancia y nulos conocimientos de teoría estética e historia del arte. Titular a una exposición Arte, Emociones y Sentimientos denota una cursilería que alcanza grados superlativos. Ya no pidamos a un curador profesional a cargo, ¿acaso no hay gente que piense como responsable de lo que se monta en El cuartel del arte? La colectiva de artistas hidalguenses que se inauguró el 20 de febrero no hace sino enfatizar lo amateur de sus creadores. Es tan simplón y rascuache su nombre que resulta pueblerino, ñoño y patético. Algunos de los participantes (a los que no se les aviso del título con anterioridad) se burlaban entre ellos en privado para especular si los habían colocado en la sección de Emociones o si su trabajo “exuda” Sentimientos. Con ironía, hacían votos porque cayeran en la parte de “Arte”.
La calidad de las piezas es un asunto diferente –harina de otro costal-, acá cabe suponer que juntaron las obras y luego se preguntaron: ¿y cómo se va a llevar? Algún amante de las manualidades y la declamación habrá pergeñado tal ocurrencia, que no hace sino provocar risa y pena ajena. El Cuartel del Arte ha perdido su posicionamiento, vaga a la deriva sin un concepto; es el precio que hay que pagar cuando se designa a diletantes al frente de la cultura de un estado.
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