Ante un Congreso en el que Morena no cuenta con las mayorías necesarias para que transite una reforma constitucional, la presente administración estará obligada a negociar con la oposición la que, no hace mucho, firmó un pacto para conformar un bloque opositor entre el PRI el PAN y el PRD y del que, parece ser, el PRI ya se anda deslindando y calculando sus próximos pasos aduciendo que hará consultas públicas para valorar su voto aunque, parece ser que en realidad, tras bambalinas estará viendo cómo venderle caro su amor a los morenos.
Más allá de si la oposición razona o no las propuestas y, por tanto, su voto, creo que el hecho de votar por consigna tanto a favor como en contra no es lo más saludable para ninguna democracia. El análisis y discusión parlamentaria de las diversas propuestas, procedan de donde procedan, enaltece las miras y concede estatura a un Poder Legislativo cuya misión es justo la de velar por el bien de sus representados que les confirieron su confianza traducida en los votos que los llevaron al Congreso, y tampoco deben perder de vista que dos de cada cinco diputados están ahí no por voto directo del electorado y que hay otra propuesta de reforma que lleva en sus entrañas el tema electoral, como lo es el financiamiento a los partidos y la reducción de los escaños plurinominales que ahora ocupan 200 diputados que cuestan los mismo al erario nacional que un diputado electo por votación directa.
La reforma eléctrica, la electoral y las reformas que vengan deben por tanto ser analizadas, discutidas y mejoradas por el Legislativo y votadas en razón del beneficio real que implican para la ciudadanía a la cual se deben y a la que está obligados a rendir buenas cuentas. No a la cerrazón absurda y bienvenido el diálogo.