Subir. En esta vida hay equipos ricos, poderosos y aristócratas, pero, sobre todo, hay equipos obreros, luchadores y soñadores. El futbol se identifica más con la segunda y tercera clase de equipos que con la primera. Porque en algún momento de su vida todos los equipos del mundo crecieron o ascendieron. El ascenso y el descenso son condición humana y el futbol no puede ser un reflejo de nuestra vida, si no sube o baja. Ayer el Real Oviedo, responsabilidad de un grupo mexicano acostumbrado a venir de abajo, se quedó a las puertas de un ascenso: bien por el Oviedo y sus gestores que creen en este juego, creen en la vida y creen que sufrir, sumar y sostenerse con valentía, es necesario para subir.
Cambiar de canal. Algo pasa con la tele entre el medio día y la media tarde, se trata del mismo juego, aunque se ve, se siente y hasta se escucha distinto: para analizar con objetividad la Copa América hay que apagar por completo la Eurocopa, cambiar de canal. No tienen comparación, ni debemos compararlas, pero las distancias son inmensas, sobre todo entre sus equipos pequeños y medianos. Por historia y pergaminos Argentina, Brasil y Uruguay juegan fuera del continente; es una realidad. Y por desarrollo, fogueo o competitividad las selecciones del segundo y tercer grupo europeo son superiores a cualquier selección latinoamericana. Las diferencias entre Europa y América no están en Alemania, Francia o España; están en Dinamarca, Rumania, Georgia, República Checa, Eslovaquia, Turquía y hasta Albania.
Vinotinto. Venezuela nunca ha jugado un Mundial de Futbol, carga con el sabor del beisbol donde es una potencia y con el rigor de Conmebol donde apenas olfatea el aroma del triunfo. La venezolana es, probablemente, la selección más infravalorada de América: tiene grandes jugadores, grandes condiciones y grandes esperanzas; pero, ante todo, tiene una gran competencia. Cuidado con ella.