Las semifinales de Roland Garros documentan el triste paso del tiempo: como aficionados nunca sabemos cuándo, cómo y dónde nos encontraremos frente a ese momento en el que despedimos una vieja época para recibir a la nueva. Sucede en todos los deportes, ninguno se salva, y pasa con todos los atletas: al final nos dejan.
El doloroso calvario de Nadal, que sin retirarse sale cojeando de las canchas, y el repentino abandono de Djokovic en París, al que le crujen las rodillas en cada partido, nos obligan a colgar su foto junto Roger Federer en la pared de los recuerdos.
Sustituirlos no está en la agenda del tenis, es imposible buscar candidatos para leyendas, pero en el horizonte han aparecido 3 nombres comunes y un eslabón que articulan la competencia del futuro: Carlos Alcaraz de 21 años, Jannik Sinner de 22, Casper Ruud de 25 y Alexander Zverev de 27, representan la nueva generación de este juego; pero en ningún caso se trata de una sucesión, sino de una transición.
No encuentro en ninguno de ellos las capacidades de Federer, Nadal y Djokovic, esta clase de atletas no nacen todos los años, generalmente pasan décadas para que surja una estrella así. Alcaraz, Sinner, Ruud y Zverev son el siguiente paso del tenis, jugadores que competirán por alcanzar la cima del ranking mundial, pero no de la historia universal.
¿Nos enfrentamos a un futuro aburrido y monótono en las pistas? De alguna manera sí, porque venimos de una época que convirtió al tenis en un deporte épico, pedagógico y heroico encabezado por tres de los deportistas más grandes de todos los tiempos, que en su caso, utilizaban una raqueta para jugar.
Alcaraz, Sinner, Ruud y Zverev, extraordinarios tenistas, no compiten contra el pasado del tenis, lo hacen contra la memoria del deporte en general que guarda algunos de sus capítulos más brillantes en las maletas de tres inolvidables colosos: que pasen los siguientes.