El último cuadro que pintó el maestro Rinus Michels, autor de la Naranja Mecánica, se exhibió en el Olímpico de Münich hace 26 años. El futbol tiene la mala costumbre de recordarnos lo viejos que nos estamos haciendo.
Aquella tarde durante la Final de la última Eurocopa jugada en Alemania, muchos de nosotros vimos uno de los mejores goles en la historia del juego: Van Basten, un Da Vinci, remata de volea una pelota convirtiéndola en una pieza de colección. ¿Qué fue de aquella pelota? Nadie sabe, pero quien se la haya llevado del campo conserva un pedazo irrepetible en la vida de este juego.
Aquel equipo donde también jugaban Hans Van Breukelen, Ronald Koeman, Gerald Vanenburg, Rijkaard y Rud Gullit, fue la última evolución del juego poco antes de la caída del Muro de Berlín que partía Alemania en dos mitades inexplicables: la Democrática y la Federal.
En aquellos tiempos decían que la Eurocopa era el laboratorio del futbol, en ella se aplicaban teorías, se presentaban sistemas de juego y aparecían futbolistas que, aunque hoy nos parezca extraño, pocos habían visto o nadie conocía.
En aquella época este deporte, a pesar de su universalidad, no gozaba todavía de una distribución global. Así que la Euro de 1988 en Alemania fue una de las primeras que tuvo cobertura y transmisión de casi todos sus partidos en México por cadena nacional a través de los canales de Televisa, nos permitió ver otra clase de futbol que no era muy común disfrutar.
Después con el cable, los satélites, la televisión directa al hogar y ahora con las plataformas digitales, la Eurocopa puede parecernos un evento normal porque nos hemos acostumbrado a ver futbol europeo casi todos los días, pero este torneo de selecciones nacionales que no es ni el más viejo, ni el más tradicional del mundo, en realidad es una de las principales joyas del futbol.
¿Más grande que un Mundial? Jamás; pero mejor, para mí, sí.