Le decían la “Bestia”, y algunos añadían al mito el tenebroso color negro, así que para la mayoría era la “Bestia Negra”: un equipo que jugaba en otro Estadio Olímpico donde el futbol no encontraba descanso entre el viento de las puertas de maratón, los carriles de su interminable pista y los profundos túneles de hormigón. Al Bayern Münich le temía media Europa, pero sobre todo el Real Madrid, que como todo equipo grande, tenía lo que las abuelas llamaban su “coco”; más que un coco el Bayern siempre es el principal enemigo del Madrid después del Barça.
Viejos conocidos, ambos clubes honraban las clásicas noches europeas con todo tipo de historias dentro y fuera del campo promoviendo una rivalidad patrimonial peleando por fichajes, por partidos, por títulos y por algo que pocas organizaciones entendían en esa época: prestigio universal.
En una típica tarde europea el Madrid de Hugo, Michel, Butragueño, Martín Vázquez y Sanchís, visitó el Olímpico de Münich para jugar la ida de los cuartos de final de la Copa de Campeones, el partido se anunció por el Canal 13 de Imevisión que tenía un acuerdo para transmitir los partidos del Real Madrid como visitante, pero a última hora se transmitió por el Canal 5 de Televisa, estas cosas pasaban a menudo. Durante la semana se habló mucho del cuadro de un joven Jupp Heynckes que dirigía un Panzer con dirección hidráulica: Mathäus, su gran estrella, arrancó la eliminatoria poniendo al Madrid de rodillas en un campo nevado; al 47’, el Bayern ganaba 3-0. Faltando minutos para terminar el Madrid encontró dos huecos: uno en la defensa que aprovechó Butragueño al 85’ y otro entre las manos de Jean-Marie Pfaff tras un tiro libre sin ángulo cobrado por Hugo Sánchez: la Bestia había sido herida de muerte con el valor de los goles de visitante.
La vuelta en el Bernabéu acabó 2-0 y hasta la fecha se sigue jugando: el Madrid-Bayern es un partido infinito.
