Jugador. El gol de Carvajal que señaló el camino a la decimoquinta Copa de Europa, explica con lujo de detalle la sencillez del Real Madrid: el equipo más famoso, ganador y poderoso, en el fondo es un club humilde hecho de ilusión, trabajo y sacrificio. No hubo nada extraordinario en ese gol: un córner bien lanzado, un lateral bien ubicado y un balón bien cabeceado por el crío que hace 20 años representando a la cantera, colocó la primera piedra de la Ciudad Deportiva de su equipo junto Alfredo Di Stéfano. Es como si el Madrid supiera que Carvajal siempre iba a estar ahí.
Entrenador. Serio, prudente y cumplidor, Ancelotti fue un jugador acostumbrado a barrer polvo de estrellas: era el futbolista que arreglaba problemas adentro y ofrecía soluciones afuera. En el vestidor donde brillaban Gullit, Rijkaard, Van Basten, Baresi y Maldini, Ancelotti era el que apagaba la luz. Con la sencillez del hijo de un agricultor que le enseñó a poner el hombro, meter la pierna y dar la mano, se convirtió en uno de los líderes más sensatos del futbol mundial. Hecho de una pieza, su carrera en el complicado mundo del futbol fue tallada con la paciencia y sabiduría de los italianos del interior: Ancelotti, hombre de campo, siempre tuvo don de gente y madera de entrenador.
Presidente. Ningún club en el mundo ha ganado tanto como el Real Madrid y ningún presidente del Real Madrid ganó tanto como Florentino Pérez, ni Santiago Bernabéu, su mentor, que además de presidente también fue jugador y entrenador. No es común que en los despachos surjan ídolos deportivos, Florentino es uno de ellos. A lo largo de su trayectoria podemos hablar del Madrid de los galácticos, de Cristiano, de Zidane o de Ancelotti, pero en todos hay una figura determinante: su presidente. Hombre de pocas palabras y muchas ideas, Pérez, un apellido sencillo, pertenece a la realeza del futbol mundial: es el rey.