21 minutos. La joven España aprendió a perder muy rápido, estuvo perdiendo 1-0 durante 21 insoportables minutos: toda una época para los antepasados recientes de esta selección que perdían la confianza, la cabeza y los nervios cuando sus rivales, enclaustrados, lanzaban flechas desde las torres de un castillo. España no era la gran favorita del campeonato hasta ayer, cuando en 21 minutos demostró la madurez necesaria para activar otra forma de juego en caso de emergencia: abrir el campo, tirar un buen centro o disparar al marco: jugadas comunes y corrientes que domina cualquier equipo con pasta de campeón.
21 años. Durante 94 minutos Inglaterra volvió a ser esa selección confundida por la historia, perdida en el tiempo y desubicada en el campo: aún no decide si sus modernos, elegantes y poperos futbolistas, deben jugar como los viejos piratas, rockeros y arrojados jugadores ingleses. Pero en el hipotálamo de la selección inglesa existe una conciencia ancestral: lanzarse al frente, morir en la raya y al ataque mis valientes. Pues bien, esa casta descendió de forma natural en Bellingham, un joven de 21 años que rescató a su equipo como hacían los viejos ingleses.
21 milímetros. En la punta del dedo gordo del pie izquierdo de Joachim Andersen se encuentra uno de los mayores absurdos en la historia del futbol moderno: para el videoarbitraje, Andersen, que tiene 1.92 metros de estatura y 89 kilogramos de peso, sacó ventaja de su posición adelantada. Hay una serie de incoherencias gramaticales, físicas y espirituales en los libros que regulan el juego: ¿Qué ventaja ofrece la punta de un dedo en relación a la posición de un vikingo entero? La jugada de gol anulada a Dinamarca resultó determinante: cambió el estado del partido y con toda seguridad, el destino de la Eurocopa. ¿Fue injusto? No, la regla está escrita, pero su espíritu es tan ridículo como el tamaño de la punta de un dedo.
