Cultura

Sheherezada, madre y musa de los narradores

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  • José de la Colina

En la niñez, en 1943 o en 1944, vi una película en "technicolor", Arabian Nights, que resultaba un embeleco joligudense con cien figurantes arabizados por turbantes, albornoces, alfanjes y rostros embetunados, muy barajados para que pareciesen miles. Había allí el rostro "maxfactorizado" de la estrella dominicana (pero joligudizada) María Montez, quien hacía de Sheherezada y tenía un "romance" con Alí Babá, Simbad y Aladino, quienes se resumían en el guapo y nulo actor John Hall. No era un buen film pero me incitó a interrogar la obra en que la película se "basaba": Las mil y una noches, que leí en una versión española demasiado "maja" (¿debida a Rafael Cansinos Assens?). Años después, en la adolescencia, conocí la versión francesa de Antoine Galland, la primera en publicarse en un idioma occidental y la causante de la moda orientalista en las artes, las letras y el decorado de salones dieciochescos. Y me maravilló aún más ese río de relatos que parece venir del infinito e ir al infinito poblando mágicamente el espejeante desierto.

¿Existió Sheherezada? Quién sabe, pero el libro recoge su aparición en ese mundo paralelo a veces sustituto de la Historia: la Leyenda. Desde las primeras páginas se cuenta que Shariar, sultán de Bagdad, habiendo descubierto a su primera esposa copulando con un fornido y sucio criado, castigó a los adúlteros en un modo atroz hasta en la fría prosa de Galland ("se acercó al lecho, con un tajo de alfanje hizo pasar a los amantes desde el sueño a la muerte y los tiró por la ventana al foso que rodeaba al palacio"), tras lo cual, extendiendo su rencor a todo el género femenino, emprendió una venganza serial: desposar y desvirgar cada noche a una doncella para hacerla degollar cada mañana, pero un día se casó con la hija de su gran visir, y... aquí entra Sheherezada, una muchacha tan bella como culta y talentosa.

Decidida a acabar con los asesinatos de sus congéneres, Sheherezada de noche en noche cuenta al multiuxoricida la mitad de un cuento que concluirá en la noche siguiente para seguir con la mitad de otro y... así sucesivamente. De este modo logrará ser la sultana definitiva y además la oral autora de un libro que atravesará los siglos gracias a su magia narrativa.

No se sabe cómo pudo la tierna muchacha de buena familia conocer tantas historias que suponen una vasta experiencia de la vida y el trato con gente ruda, aventurera y aun de mal vivir. Lo que sabemos es que nunca ha habido cuentista menos gratuito que Sheherezada. Para ella contar cuentos es, antes que nada, asunto de vital necesidad: evitar que el esposo la mate. Así, además de salvarse ella, se convierte en heroína redentora del pueblo (porque "tengo el designio —dice— de parar el curso de la barbarie que se ejerce sobre las familias") y en la precursora de los novelas por entregas, del cine de episodios, de las telenovelas seriales y del cine de suspense a lo Hitchcock. Esto último no es mera deducción mía: en la versión de Galland ya hay el suspense, aunque sin la e final de la grafía inglesa: suspens, en referencia a la expectativa de quien escucha una historia.

Para escapar a su muerte decidida por el sultán, Sheherezada teje con muy diversos hilos narrativos una ficción plural que aspira a la eternidad. Al emitir cada cuento quebrándolo sobre la bisagra entre cada anochecer y cada alba, va inscribiendo en el gran relato global a la ciudad, a las mil noches, al sultán, a ella misma, a innumerables personajes: príncipes, princesas, mendigos, aguadores, magos, putas, titanes alados, etcétera. Así, armada sólo con la imaginación y el arte verbal, se convierte en la madre emblemática de los cuentistas y en la protagonista del gran cuento de cuentos. En justicia, se le debiera reconocer derecho de autoría y la jerarquía de primera musa de los narradores, y el libro habría de titularse Las mil y una noches de Sheherezada, pues ella es la voz nocturna que teje un vario, un casi infinito tapiz fantástico.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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