El atardecer de Puerto Vallarta se despliega a espaldas de una decena de mujeres poetas que, en una larga mesa, toman la palabra en el área de alberca del hotel Friendly. Sentado en medio de ellas, Ignacio Cadena, feliz, les cedía la palabra por turnos.
La poesía, para él, fue poco menos que una pasión, una luz en su etapa otoñal. A partir de los encuentros de Letras en la Mar, que tutelaba el poeta Hugo Gutiérrez Vega, Nacho se incorporó —con entusiasmo, diría yo— a este canto conjunto: apoyó con habitaciones, con alimentos, con espacios cerrados y abiertos; y siempre, al terminar el encuentro, ofrecía una cena exquisita en su restaurante “La Leche”.
Amaba la poesía. Se acercó a ella por distintos senderos. En el piso alto de su restaurante “La Petite France” realizó presentaciones de libros; lo mismo que, más tarde, en la parte superior de “La Leche”. Siempre ofreció un coctel, un canapé, una mano abierta a la amistad. Nacho fue también pieza activa en la organización de noches de luna y de poesía, al lado de otros autores locales, como los hermanos Gómez Encarnación.
Hace unos años, publicó un libro de poemas y lo obsequió a muchos de sus amigos. Uno de ellos, el director del diario Vallarta Opina, Luis Reyes Brambila, solía hacer una broma, con palabras similares a éstas: “yo he ido con Nacho a decir poemas; un día los apantallé con mi poema A la Luna. Me pare bajo el cielo, miré a las alturas y comencé: A la luna, a las dos y a las tres…” y soltaba la risa. Pocos amigos tuvo Nacho, tan cercanos como Reyes Brambila.
Pero si Nacho destinó minutos a la poesía, muchos más dirigió a la gastronomía y a su labor empresarial. Tuvo su propio programa televisado sobre cocina, su programa de radio y su columna en Vallarta Opina.
Llegó a Puerto Vallarta en los años setenta, con un grupo de empresarios encabezados por el presidente de los banqueros mexicanos, Arcadio Valenzuela. Joven, vigoroso y amable, Nacho ganó la amistad de los vallartenses y, poco después, decidió quedarse ahí, a la orilla del mar, donde el viento sopla del océano hacia la tierra por el día, y de las cañadas hacia la bahía por las noches.
Entre tantas ideas que Nacho Cadena defendía, está la de crear un gran mercado de abastos en la región de Bahía de Banderas, para reducir precios en los alimentos. Como bien se ha demostrado, la gastronomía regional es una de las mejores del continente, y en eso nuestro amigo puso su granito de arena. Hoy Nacho ha partido, pero nos deja el recuerdo de su amistad, su espíritu poético, su visión empresarial y su amor por los condimentos Su voz será siempre evocada por sus amigos; sobre todo cuando la luna y la poesía brillen en Puerto Vallarta.