En el artículo de la semana pasada hablábamos de las emociones y como estas definían el actuar del electorado en determinada elección.
Hablamos de que muchas veces son las emociones las que hacen que nos movamos, al final la política es pasión, los candidatos y los electores dependemos de nuestros sentimientos.
Cuando empezamos un estudio de mercado NO preguntamos al ciudadano por sus ideologías, por si ellos se identifican con sus tesis de izquierda o derecha o cuáles son las propuestas principales del candidato, la estrategia inicial de una campaña va sobre ¿Cómo te cae el candidato?, ¿te cae bien o te cae mal?, Y las respuestas pueden ser una lluvia de emociones que nada tiene que ven con el trabajo del personaje.
A veces los candidatos provocan temores, esto no lo controla del todo la persona, esto puede venir de su rostro, sus actitudes, su biografía, su historia, su entorno y esto puede llevar a perder una elección.
Por otro lado, existen aquellas personas que son muy hábiles para comunicar tranquilidad ante entornos peligrosos, estas personas que perceptivamente pueden enfrentarse a grandes dragones sin despeinarse son aquellos que han sabido entender la segunda emoción de la que voy a hablar el día de hoy.
El miedo
En los últimos años ha existido una tendencia a meter miedo en el electorado para votar por un candidato x o y, el crecimiento de las campañas de contraste o negras puede reflejar que si se hace de la manera correcta esta puede funcionar, la habilidad de Donald Trump de vender a Hillary como una tramposa (crooked Hillary), en su primer campaña logro meter el miedo de tener una presidenta que no era del todo sincera, sin embargo una campaña de contraste sin estrategia puede llevar al electorado a cansarse de todo y dejar de ir a votar, beneficiando a los partidos con la estructura mas firme.
En donde radicó el éxito de Donald Trump, en tener un mensaje bastante claro, donde se ven nítidos los elementos como villano, héroe, oportunidad, problema y solución, si la campaña de contraste ayuda a fortalecer alguno de estos elementos y sobre todo generar una clara posición entre tu , tu propuesta y la de tus opositores entonces es una estrategia que funciona.
Cuando se quiere usar el temor como arma de campaña, se debe estudiar a fondo lo que produce angustia en los electores, no es nomas meter miedo por meter, si no se actúa con la estrategia adecuada, puede llegar a pasar que el electorado refleje miedo hacía todo y hacia todos, esto puede meter en caos la campaña y terminar en una derrota en un territorio que no se puede controlar.
Igual recuerdan la famosa campaña del 2006, “López Obrador es un peligro para México”, en esta elección claramente se supo vender el miedo que significaba que llegara Andrés Manuel a la presidencia del país, sin embargo durante los primeros meses esta campaña se trabajó muy fuerte en posicionar a Felipe Calderón como el presidente del empleo, primero crearon al candidato y luego crearon el miedo, cuando el electorado tiene miedo va a buscar una alternativa para ayudarle , y si se trabajo en la estrategia adecuada de posicionar esa virtud en el candidato opositor.
Recuerdo también la campaña de reelección de George W. Bush en 2004, tras el ataque del 11 de septiembre en las torres gemelas, la población genero un trauma, muchos electores norteamericanos sintieron miedo y buscaron a alguien que los defendiera, muchos apoyaron el enfoque bélico de la campaña.
Los temores es uno de los sentimientos que más pueden influir en hacer votar a una persona, sin embargo, también son aquellos en donde se tienen los riesgos mas altos, se requiere una muy buena estrategia para conectar porque si se hace de la manera incorrecta casi siempre el tiro sale por la culata.
El jugar con el miedo del electorado, es jugar con fuego, aguas con quemarte a ti mismo.