Somos una importante cantidad de mexicanos conscientes de nuestras obligaciones civiles y, además, en pleno ejercicio de los derechos democráticos, quienes acudiremos mañana a sufragar a favor de la mayoritaria voluntad colectiva para permitir la continuidad de un proyecto de nación en marcha y con el cual estamos más que convencidos. Tenemos ahora a un Presidente de la República que conduce al país de modo excepcional por la senda de la prosperidad y las acciones que propenden al desarrollo de los sectores históricamente desfavorecidos y vilipendiados. La tarea no es sencilla, es muy complejo erradicar prácticas ancestrales que se insertaron en lo más hondo de la inconsciencia nacional en un pasado pleno de corrupción e inseguridad y al cual han controlado el narco y los delincuentes desde el poder.
Hoy por hoy hay una minoría débil, pusilánime –que se jacta de involucrar a millones y millones de connacionales pero que no suman a más de una cantidad ínfima e irrisoria de individuos despistados que no acaban de comprender el poder de la cuarta transformación que nosotros impulsamos– y que están en desacuerdo con la manera en que se conduce la política federal en lo relativo a los proyectos trascendentes que ahora se llevan a cabo y que poco a poco se convierten en realidad concreta en aras del progreso material positivo de la república.
Esos despistados ahora están, asimismo, confundidos. No alcanzar a dilucidar los escenarios y se encuentran inmersos en una vorágine de ficciones y especulaciones sin sentido en torno a la relevancia de votar, o no, por la continuidad o por la revocación de mandato, misma que garantiza el cumplimiento de una de las muchas promesas de campaña de Andrés Manuel, que verá su cumplimiento efectivo este próximo domingo 10 de abril.
Esos presuntos 100 millones de mexicanos que se han manifestado en contra del Presidente, no acatan para donde caminar y no saben ni ponerse de acuerdo. Su discurso raya en los linderos de la lindura y la inocencia: “No votes porque significa que significa una ratificación anticipada de las aspiraciones dictatoriales de AMLO” “No votes porque es una farsa, un gran engaño” “Vota para revocar su mandato sacarlo ya de Palacio Nacional”
Es una gracia escuchar o leer argumentos divertidos tales como: “Vota para que no se vaya porque queremos que se quede hasta el fin del sexenio pero que conste que si queremos que se vaya” “Yo no voto porque no quiero legitimar un proceso amañado”.
Me queda claro: Si votan por la revocación, serán muy pocos y no les alcanzará para cumplir su sueño. Si no votan, no podrán revocar su mandato. Nosotros sí votaremos porque sí siga y luego entonces el movimiento transformador continuará con más fuerza. ¡¡¡GANARÁ MÉXICO!!!
Jorge Fernández Acosta
jfa1965@gmail.com