En materia de movilidad urbana, en Guadalajara y su área metropolitana, hemos transitado por diversas etapas en el proceso de tratar de encontrar soluciones para resolver las vicisitudes que, a través del tiempo, hemos enfrentado y no siempre hemos salido airosos.
Baste recordar el siempre incompleto Periférico que nació y creció trunco; Asimismo, la que ha sido quizá la intervención más exitosa –en su oportunidad, momento histórico y circunstancias– como lo fue la avenida Lázaro Cárdenas; la introducción, primero de los trolebuses y luego de la Línea 1 del Tren Eléctrico y después la 2 y recién la 3, con todos sus bemoles, afectaciones y corrupciones que, además, no termina por tener la eficacia a la que aspiraba… y ahora, el denominado Mi Macro Periférico, mejor conocido en el argot popular como Peribús, mismo proyecto que, como es bien sabido, impulsó sin éxito Aristóteles Sandoval y quedó en el tintero (Cabe decir y quiero recordar que, en 2004, publiqué en el periódico Público una nota de prensa titulada “Transperiférico o la integralidad conurbada” que hacía alusión a la conveniente e ingente necesidad, desde aquel tiempo, de implementar una ruta que sí completara el ciclo anular del Periférico y que, además, incluyera rutas radiales o transversales para agilizar los desplazamientos y desconcentrar, por tanto liberar, el centro urbano de las congestiones de tráfico que ya desde entonces ocurrían con regularidad en la metrópoli).
Hoy por hoy, ya inició operaciones el Peribús y hay que decir que significa un paso más que, de pronto, podría resultar positivo pero insuficiente aún.
Como estamos enterados, su puesta en escena ha generado las más diversas reacciones y críticas, tanto a su concepción como a sus características funcionales en cuanto, por ejemplo, a la programación de tiempos de flujo y, sobre todo, a la definición final del diseño y disposición de las estaciones a lo largo de la ruta, otra vez incompleta, sobre el inacabado Periférico y que no atiende con eficacia la demanda ya garantizada por los usuarios de la 380.
Un sector de la crítica se centra en la exclusión de hecho –y la segregación que sí y así ocurre– al no considerar la integración de Tonalá en los derroteros del recorrido que, de esa manera, convierte el proyecto en un ejercicio que dista mucho de ser plenamente democrático y promotor de la equidad, la igualdad y la justicia social.
Así pues, me parece que ante la crisis de la movilidad urbana actual, nos encontramos situados ante un panorama de oportunidad extraordinario para preguntarnos ¿Qué sigue? Y comenzar, ahora sí, a desarrollar un innovador pacto social para construir las condiciones tendientes a proveer las respuestas eficaces en la materia, a fin de diseñar e instrumentar un verdadero y completo Sistema Integral de Movilidad General que tenga en cuenta a todos y nos resuelva la vida.
Jorge Fernández