Entiendo el fallecimiento de la Reina Isabel II como un acontecimiento histórico, al fin y al cabo más de 70 años en la corona británica significa que fue pilar de la política social contemporánea, sin embargo, más allá de los lugares comunes en el tratamiento de la noticia, me llama la atención el arraigo y sentido de pertenencia hacia una figura política de otra nación.
Si bien aplaudo hechos como que llegó a ser la mujer más reconocida del mundo y que bajo ese rol deja una huella crucial, no puedo dejar a un lado que el colonialismo fue parte fundamental de su gobierno.
Muere la monarca más longeva del Reino Unido, pero no termina la decorativa monarquía con ella. Una forma de Estado que pareciera ya no tener cabida en los tiempos de despertar social que atraviesa la humanidad.
Década a década la aceptación de la familia real decreció, pero la popularidad de la Reina Isabel solo subió en tiempos de globalización. Y entre todos los ámbitos que tocó, el deportivo, más que necesario, fue fiel acompañante de su construida imagen.
La lluvia de fotos de la Reina Isabel II en distintas ceremonias protocolarias alrededor del deporte inundan los portales deportivos. Recuerdos de cuando le entregó la Copa del Mundo a Booby Moore en 1966. Registro de cada vez que asistió al polo o a alguna carrera de caballos, su gran pasión. El parteaguas cuando visitó Wimbledon por primera vez como Reina y le entregó el trofeo a Althea Gibson, la primera tenista afroamericana en ganar un Grand Slam. En la memorable ceremonia de inauguración de Londres 2012. Cuando se convirtió en la primera monarca en recibir a un equipo de futbol, el cual fue el Arsenal, o incluso cuando asistió a un juego de las Grandes Ligas en 1991 junto a H.W. Bush. La realidad es que pocos rincones deportivos no fueron tocados por la figura de la Reina Isabel II.
No quedó a discusión la suspensión de los distintos eventos del deporte británico, mientras que comienza la competencia de homenajes. Una vez más no se puede separar a la figura política del deporte, pero aunque se trate de una muerte, que no se nos olviden los escándalos recientes de los reales, donde se incluyen lazos con depravados sexuales, acusaciones de racismo y una mediática renuncia a los títulos nobiliarios.
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