La Gran Depresión de 1929 dejó como legado el nacimiento de la macroeconomía de la mano del padre de la misma, el economista Británico John Maynard Keynes, quien nos enseñó que la política fiscal es un instrumento poderosísimo en manos del Estado para expandir o contraer la economía.
La política fiscal comprende dos rubros por un lado los impuestos y por el otro el gasto público. Las fórmulas son muy sencillas; en relación con los impuestos, si el Gobierno sube los impuestos contrae la economía porque reduce el ingreso disponible de los consumidores y si baja los impuestos expande la economía porque incrementa el ingreso disponible de los consumidores; en relación con el gasto público, si el Gobierno incrementa el Gasto Público expande la economía y si recorta el Gasto Público la contrae, así de sencillo.
En relación con los impuestos, el presidente López Obrador ha venido cumpliendo un compromiso de campaña de NO subir los impuestos evitando así contraer la economía y en la frontera norte ha bajado los impuestos para lograr atraer y mantener la inversión extranjera proveniente principalmente de Estados Unidos promoviendo la expansión de la economía.
El subir impuestos en una época de recesión económica provocada por la caída del consumo a causa del Covid 19 sería un error tremendo y ocasionaría una mayor contracción de la economía. Como sabemos en lugar de subir impuestos el primer mandatario ha optado por evitar las fugas terribles que se daban en todas las tuberías del gobierno federal y que desembocaban en el caño de la corrupción, con lo que ha logrado recuperar miles de millones de pesos así como también ha moderado el ingreso exagerado de los funcionarios en anteriores administraciones y renegociando contratos de concesión con particulares buscando obtener mejores y más justos ingresos para el Estado por el aprovechamiento a través de concesiones, permisos o autorizaciones de bienes del dominio público del Estado.
En relación con el gasto público, el presidente López Obrador ha impulsado una agenda amplia en el Tren Maya, el Tren Transístmico, la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía, y en una red hospitalaria para responder a la pandemia, por mencionar sólo las más importantes. Estas obras que entran perfecto en el concepto de gasto público tienen un efecto expansivo y multiplicador esto quiere decir que todo lo que el gobierno invierta en estas obras se verá multiplicado pues la gente que sea contratada para su construcción harán a su vez gastos adicionales en sus vidas y negocios personales con el ingreso que obtengan, sin mencionar la expansión del Producto Interno Bruto Potencial que implica el incremento de infraestructura en el país con este tipo de proyectos que permitiría impulsar una política monetaria expansiva por parte del Banco de México sin ocasionar inflación.
Finalmente, es un alivio para las generaciones presentes y futuras que el actual mandatario no pretenda incrementar la deuda del país, sobre todo la externa.
Lo anterior es fruto de una administración ordenada, responsable, honrada, y comprometida con la estabilidad y el crecimiento económico con responsabilidad social, que no se había visto en México desde la época de don Antonio Ortiz Mena en la Secretaría de Hacienda y de don Rodrigo Gómez como Director del Banco de México conocida como el desarrollo estabilizador.
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*Profesor de la Escuela Internacional de Derecho y Jurisprudencia.