Mientras nos preparamos para el apocalipsis acuático anunciado por el gobierno de CdMx, que según Conagua no es para tanto, aunque nos lo hayan presentado como el fin del mundo, ya ven cómo es el señor Amieva, que mientras nos estresa con el petate del muerto del sistema Cutzamala, en Plaza Carso se desata una balacera, otra más de esas que se han vuelto cosa común en una ciudad que solía ser segura —bueno, hasta decían los visitantes del interior de la República que pasando Ecatepunk su alma descansaba—, siempre que escucho los últimos spots del gobierno federal donde anuncia con bombo y platillo que México cada vez tiene más turistas, tengo la impresión que están contando a los migrantes centroamericanos que ya son legión, como si fueran viajeros. A menos que los cuenten a la manera de turistas extremos.
Pero no es nada comparado con el drama que significa que anden diciendo que todo el escándalo generado por la cancelación del #AICM (que ya dijo el próximo ex secretario de Economía, Ildeponcho Guajardo, que no es la gran cosa, que se le ha dado mala y exagerada lectura) haya sido artificialmente producido para tapar lo del amparo a #RobertoBorge, que además, según el punto de vista de los jueces, es una joya que merece un trato digno nivel pachá.
Y que a su vez, por si fuera poco, que todo esto es una cortina de humo por lo de la luz verde que le otorgó el justo Medina Mora, en su papel de magistrado feliz, a la controversia constitucional a mi licenciado Peña para que no lo agarren como al Tigre de Santa Julia por el atraco de César Duarte en Chihuahua, presumiblemente con el fin de financiar campañas priistas.
Digo, hay que madurar. Estos son otros tiempos, ni modo que la administración saliente tenga la conciencia tan intranquila como para andarse curando en salud. Ojalá la Tremenda Corte le dijera a don Enrique lo que este le expresó a Chayito Robles, “No te equivoques”, perdón, “No te preocupes, Peña Nieto”. El que nada debe, nada teme.
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