Pensé que nunca diría esto, pero Ricardo Anaya tiene toda la razón… pero al buscar echarse a correr hacia Atlanta como en el meme de Forrest Gump (“Go, Chicken Little, go!”), su verdadero país, no tanto porque lo estén investigando como la versión guanga de Chayito Robles, sino porque quienes los están defendiendo conforman un pelotón de impresentables que enarbolan la bandera del “no me ayudes compadre”. Digo, si ya es suficientemente temerario que mi Richard se defienda a sí mismo a través de melifluos protocolos del melodrama ranchero (recurre al más rancio canon histriónico que llenaría de oprobio a Ernesto Alonso, el señor telenovela, quien le debe estar mandando todas las maldiciones al estilo de Enrique de Martino en El Maleficio), como para que todavía dependa de los supinos que, en vez de ayudarlo, con sus tuits guanajuatizantes y afoxiados, me lo hunden más gacho.
O sea, teniendo tantos señalamientos tremebundos, en qué puede ayudarle Jelipillo Calderón, que tenía a García Luna, era suyo (y del Chapo también) y lo dejó ir como al humanista Cárdenas Palomino.
Eso sin olvidar al bloque opositors del PRIANChu que no solo ha defendido a Anayita como si lo quisieran (en realidad rezan por que AMLO lo meta al tambo), sino que ahora fueron, ooootraaaaaa veeeezzzz, de chillones con Almagro a la OEA (esa cosa tan fea), a ver si este líder del KKK promueve con Biden una intervencioncita anticomunista en México de la manera más atenta, como la han pedido a gritos Kike Krauze y los de la “Eh, la BOA”. A ver si no nos mandan a sus Rambos que tan bien dejaron a Afganistán, con talibanes y calibanes incluidos.
Si yo fuera Ricardito (que no lo soy a falta de magia para crear el milagro de la reproducción de las naves industriales y porque a mi no me anda manteniendo ni me da mis provisiones el Cabeza de Buey, digo, de Vaca, como afirmara el distinguido y probo priista, Enrique Ochoa Reza, mejor conocido como Clavillazo), ya me estaría deslindando de Markitititiito, Alititititito, Zambranititititito y Marianititititita Gómez del Campo que, como sus antecesores conservas decimonónicos y maximilianistas, llevan el Cerro de las Campanas tatuado en la frente.
Yo lo siento por Almagro, pensé que ya había quitado el letrero de “Se recibe cascajo”. Esa gente chabacana nada más le fue a arruinar con sus calcorros el fino mármol de sus oficinas; a ver si no también le pegaron, olvídense de la covid, ¡los piojos!
Jairo Calixto Albarrán
jairo.calixto@milenio.com
@jairocalixto