Adán Augusto tendría que alejarse de las poco aerodinámicas inercias priistas que lo acosan, pero sobre todo resistirse a la tentación de enfrentar el enojoso asunto de Hernán Barredora Bermúdez, como torpe y autoritariamente está haciendo Trump con el affaire Epstein-Mossad. Negarlo todo y hacerte el tío Lolo y hacer como que no pasó nada ya no funciona, está más demodé que los Paleros de Alazraki sigan gritando que esto es una dictadura echando espuma por la boca. Eso mejor dejárselos a los que todavía quieren que los papás de los 43 de Ayotzinapa le pidan disculpas a Batiburrillo Karam.
O a los que todavía defienden con los ojos inyectados a Genarco García Luna Productions, como si el compadre favorito de Calderón no estuviera suficientemente sentenciado, entambado y funado for ever & ever.
Adán Augusto, en vez de que los ataques en su contra son pura politiquería, tendría que reconocer que no fue tan buena idea eso de llevar a trabajar con él al gobierno de Tabasco a un infiltradazo de Roberto Madrazo que fue el padrinito del tal Bermúdez. Un conocido maleante de la zona, especialista en huachicolear que ahora anda huyendo de la justicia como Cabeza de Vaca la misma vaca y Ricky Riquín ultraderechín.
Mi no comprende esa cuestionable modalidad morenista de jalar a tus equipos a personajes de muy dudosa categoría moral, provenientes de oscuros vientres políticos que, además como ha ocurrido en la realidad, lo más probable es que te apliquen el kinkytellazo azo azo. Digo, lo lógico es reclutar personas afines no gente espeluzanante como el Germen Martínez.
Está bien que como dicen Maquiavelo y Sun Zu hay que tener a los amigos cerca y a los enemigos todavía más cerca, pero no hay que exagerar como con Yunes y Ruvalcaba.
Adán Augusto debería aceptar el error, dejarse crucificar como dictan los cánones y comenzar una reparación organizando otra Barredora para ir por Bermúdez. Y también ir al rescate de las esculturas de Fidel y el Che que tiene secuestradas Sandra Baticuevas Rojo de la Vega, antes de que comience a mandar orejas de los revolucionarios para subastarlos.
Lo único que le falta a la gentil anticomunista primitiva es gritarle a la presidenta: “¿Quién es ella, dónde estudió?” (el “A mí no me gustan los pobres” ya está en su repertorio) con la mirada desgobernada. Con tanto oso, cuentan que los del Yunque se quieren deslindar de su insólita persona.
Así como Adán Augusto quizá tenga que deslindarse del morealismo fársico.