Política

Asimetría sexual

  • Columna de Ivette Estrada
  • Asimetría sexual
  • Ivette Estrada

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Los derechos de la mujer para algunos son una frase desgastada y rota. Una utopía para otros, tarea inacabada dirán unos y hay quienes de plano consideraron que era una “enloquecida y pervertida tontería”, como señaló la reina Victoria a Sir Theodore Martin en 1870. Pero sin importar la percepción que se tenga de Los derechos de la mujer, a través del tiempo y de diferentes culturas, subyace una verdad dolorosa, admitida o ignorada: existe una notable desigualdad entre hombres y mujeres. En ellas, sin importar su nacionalidad o clase social, recaen distintos tipos de discriminación y su vida resulta más ardua.

Las asimetrías que se establecen por el género abarcan desde el derecho a la vida hasta la muerte, son determinantes en las oportunidades de salud, alimentación y educación. También establecen la incorporación o no al trabajo remunerativo y condicionan los ambientes y políticas laborales. La desigualdad de derecho entre ambos géneros aparece también en la propiedad y la toma de decisiones. Incluso establece quienes pueden decidir con quién casarse o si sólo se considerarán objetos de intercambio e incluso de mutilación y acoso.

Ahora, los distintos tipos de inequidades tienden a entrelazarse entre sí. No hay una asimetría “pura”. Tampoco existe una ausencia de inequidad entre ambos sexos en alguna región o país. Sin embargo, en algunos puede ser menos notoria o radical la discriminación por género, aún en las economías más avanzadas.

La desigualdad genera menos población económicamente activa, pero aún con la incorporación de las mujeres al trabajo remunerativo, éstas perciben 25% menos respecto a los hombres por una labor igual según la ONU. Asimismo, la limitación de derechos en la mujer incide en problemas que van desde el acoso a la violencia doméstica e incluso el feminicidio.

Tales crímenes representan costos sociales. Simplemente por casos de violencia doméstica, el problema se cuantifica del uno al cuatro por ciento del Producto Interno Bruto mundial por lesiones, honorarios médicos, hospitalizaciones, descenso de la productividad de la mujer violentada hasta en 42% y una atmósfera que impide el desarrollo y la creatividad.

Sin embargo, no debemos enfocar la desigualdad de derechos de la mujer sólo desde la obvia e inmediata perspectiva económica. La afectación social por la discriminación femenina va más allá de la disminución radical de riqueza: minimiza el exiguo triunfo en los programas sociales, nulifica emprendimientos, o vuelve inexistente la colaboración de la mujer en sus comunidades entre otros efectos adversos que pueden cuantificarse. Por otra parte, la desigualdad femenina también afecta a los varones.

Prejuicios y estereotipos de las sociedades machistas crean hombres que sólo se visualizan a sí mismos y a los otros como proveedores. Su valor está estipulado falsamente por el salario que devenga o las riquezas materiales que tiene. La visión reduccionista del hombre lo limita a ser un proveedor.

Así, el único punto de apoyo emocional en el hombre es la estabilidad y el crecimiento laboral. En casos de recesión económica y alta volatilidad en los empleos “de toda la vida”, condenan al hombre a una autopercepción negativa de “no ser” y “no servir”. La desigualdad de oportunidades que en primera instancia victimiza a las mujeres incide en que se olvidan en la vida real muchos otros roles que desempeñan los hombres. Entonces, así como se confina a las mujeres a la vida privada, al hombre se le lanza a la calle a sostener la careta de lucha perenne y “éxito”.

Falta entonces un cambio íntegro, que reconozca la valía de hombres y mujeres en la vida, que rompa estereotipos y estigmas de las capacidades y el talento en uno y otro sexo, que no lo confine a cualidades predeterminadas y reduccionistas, que no se excluya y segregue a quien percibimos como diferente.

En la medida que cada uno de nosotros se valore a sí mismo, podrá respetar a los otros. Entonces podremos generar sociedades más ricas, solidarias, plenas y felices. Esos son, finalmente, los derechos de las mujeres.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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