El libro de la semana
Desde el 7 de enero de 1997 cuando juró por cuarta vez al cargo como representante de Vermont, el único independiente del Congreso, hasta la fecha, el autoproclamado senador outsider de 74 años (Brooklyn, 1941), el neoyorquino judío y socialista democrático Bernie Sanders ha recorrido un largo camino. Y aunque no llegue a la Casa Blanca –derrotado en el camino por esa maquinaria oportunista y belicosa que es la dinastía Clinton–, al menos está captando detrás suyo el voto de la izquierda del Partido Demócrata y a los simpatizantes jóvenes de ese grupo político, además de poner en la agenda electoral de EU el tema casi tabú de la avaricia y el fraude de los negocios de Wall Street y las grandes corporaciones financieras, "amigas de los Clinton", según ha denunciado repetidamente Sanders. Al contrario, se dice comprometido con "la gran mayoría de los estadunidenses": los trabajadores, la clase media, las mujeres, los ancianos y los niños.
Sobre la crisis financiera de 2008, que estuvo a punto de acabar con la economía de EU y del resto del mundo, Sanders no ha dudado en echarle la culpa a la administración de Bill Clinton, a la que señaló como "amiga de los titanes financieros".
Como afirma el propio Sanders en su ciertamente amena autobiografía Un outsider hacia la Casa Blanca (Ediciones Akal, 2016, México pp. 319), cuya versión original fue escrita en 1997 junto a Huck Gutman bajo el título de Un outsider en la Cámara, "mientras los ricos se hacen más ricos, casi todos los demás se hacen más pobres. El nivel de vida de la mayoría de los estadunidenses ha disminuido. La democracia está en crisis y se cierne sobre nosotros la oligarquía"; además de que "en ningún país industrializado existe una brecha tan grande entre ricos y pobres como en Estados Unidos".
La versión actual del libro, con epílogo del periodista y escritor John Nichols, mantiene toda su vigencia en cuando al mensaje que desde aquellos años ha defendido como activista por los derechos civiles y legislador el actual precandidato a la presidencia por el Partido Demócrata. En su capítulo que evoca su mensaje al Congreso en 1997, "Where Do We Go From Here?" ("Y ahora, ¿hacia dónde vamos?"), Sanders se plantea en la misma línea que Barack Obama, pero con una postura más frontal, "borrar del país cualquier vestigio de racismo, sexismo y homofobia"; establecer una "política fiscal progresiva" que cierre la brecha "indecente y terrorífica" entre ricos y pobres; garantizar "la sanidad para todos mediante un sistema de pagador único" –menos costoso y más amplio que el Obamacare–; acabar con las políticas comerciales "de competición a la baja" y a los abusos a los trabajadores; "reconstruir Estados Unidos", no a la manera de la "grandeza restituida" que propone el magnate conservador y xenófobo Donald Trump, sino con inversiones cuantiosas en las comunidades y los colegios y en la creación de empleo. Además de empezar a "atacar de frente el problema del control corporativo de los medios", y promover reformas de envergadura "para garantizar que son los votos y no el dinero los que marcan el camino a nuestros dirigentes", a diferencia de la seña de agua del sistema electoral estadunidense.
En 1997, el diputado Sanders decía que aunque "aún queda mucho por hacer, (y) para un independiente, el camino no está marcado", a sabiendas de que al nivel del Congreso él era apenas uno de sus 435 miembros. Por eso en 2006 se atrevió a renunciar a la Cámara baja y disputó, con éxito, un asiento vacante en el Senado, para, con el mismo entusiasmo de sus tiempos universitarios, reivindicar hace dos días qué lejos que ha llegado su campaña y los más de mil 200 delegados que atesora tras superar en 16 primarias a la "halcona" Clinton –cada vez más cerca de su nominación. Cuando lanzó su campaña en 2014, Sanders apenas sumaba 3% de apoyo y estaba 60 puntos por debajo de la ex senadora, ex primera dama y ex canciller, que apoyó sin ruborizarse la "guerra al terrorismo" de George W. Bush.
En su discurso del martes pasado en Huntington (Virginia Occidental) previo a las primarias de ese día en cinco estados de los cuales solo ganaría uno, Sanders reiteró su mensaje contra la creciente desigualdad en EU que se ha convertido en el signo de su campaña, que en esencia propone una "revolución política" para que, según sus propias palabras, EU "deje de estar bajo el control de un puñado de familias multimillonarias que dominen la vida económica y política del país". Y del mundo.