La consternación recorrió el mundo a la misma velocidad en que las imágenes del incendio de la catedral de Notre Dame, en París, Francia, iban consumiendo su esplendor.
El valor arquitectónico, cultural y religioso de Notre Dame ha sido ampliamente reseñado. Pero resulta también importante destacar como un símbolo, como lo es Notre Dame para la ciudad luz, logró generar una sinergia de comunión social en un momento donde la polarización y la confrontación de la sociedad francesa estaba en un momento sumamente álgido. El dolor ante el desastre fue más allá de su carácter religioso.
Ahora, los galos tienen la oportunidad no sólo de rescatar un emblema de su país, sino de darnos la lección de que la confrontación sólo nos lleva a generar conflictos y divisiones, y la unión permite avanzar con un mismo objetivo.
El debate ahora está en la parte del cuidado de las donaciones y del manejo fiscal que se le dará a los fondos, pero ha demostrado la solidaridad y la relevancia que diferentes sectores de la sociedad francesa le dan a su ciudad.
Además, para Francia y para el mundo es una pérdida que debe dejarnos lecciones de cómo se debe de cuidar y preservar nuestro patrimonio histórico. Si bien los accidentes son justamente hechos inesperados, es indispensable tomar más precauciones para que estos tengan menos posibilidad de suceder. Los incendios han destruido en años pasados recintos como el Museo Nacional de Brasil, el Museo de Historia Natural de Nueva Delhi, y en nuestro país la Cineteca Nacional.
Preservar nuestro patrimonio cultural es la base para que recordemos de manera permanente el legado que nos han dejado las generaciones que nos antecedieron, y que nos permitieron consolidarnos como sociedades libres y democráticas, en la pluralidad de pensamiento y credo, ¿no cree usted?
