Vi en la red un video de Iván Zamorano, exfutbolista chileno que triunfó en Europa durante mucho tiempo. Fue líder de su selección y, sin duda, el profesionalismo que mostró lo mantuvo en la cima todos esos años.
No me consideraba su fan ni lo seguí de cerca en su carrera, pero el mensaje que dio en un evento llamado ICARE en 2006 hizo que lo viera de una manera diferente. Googléalo, por fa, y me comprenderás.
Bueno, él explica que salió como figura de Real Madrid para el Inter de Milán y que veía factible tener el número 9 en la playera; no contaba con que la siguiente contratación sería la de Ronaldo, y con ella perdía la posibilidad de tener ese emblemático dígito en su dorsal.
No obstante, tenía emoción por jugar con el mejor futbolista del mundo en ese momento; no contaba con que traerían a otro estupendo delantero: Christian Vieri. Lo único que tenía seguro era su lugar en el banco de suplentes.
Cuenta de una manera anecdótica la estrategia que se le ocurrió implementar para ganar la competencia contra estos ‘monstruos’ y terminar jugando.
“Descubrí que ninguno de ellos se sacrificaba por el equipo, ni se sacrificaba uno por el otro. Yo sé, desde chiquito, que los equipos no se hacen solo con estrellas: faltaba alguien de sacrificio”.
Dice que, analógicamente, utilizó una inteligencia de mercado: analizó las debilidades y fortalezas de sus competidores y buscó por dónde entrar. Iván terminó siendo titular, convenciendo al entrenador gracias a que corría más, se sacrificaba por el equipo y ejercía un liderazgo basado en poner el “pecho” al servicio de los demás.
El “pecho” al servicio de los demás
- #adoptaunmillenial
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Humberto Gándara
Hidalgo /