Por lo que entiendo estas tragedias pasan cada cierto tiempo, debe ser algo relacionado con el orden orgánico del planeta, o yo así lo veo: la naturaleza tiene sus formas de equilibrar sus cosas y pues así tenemos que entendernos, las personas eso somos: cosas de la naturaleza, y a veces sus formas son bien cabronas, como ahora, pero ¿qué podemos hacer?: ser prudentes, es lo único, cuidarnos, tomar medidas, pero fuera de eso, somos bien poco, estamos a merced de poderes superiores.
Esteban Mendía ha regresado a la barra del restaurante donde desde hace 15 años trabaja.
Cambió el olor, ¿sabes? Dejamos de venir en marzo y todo este tiempo estuve pensando que cuando regresara me sentiría cómodo, tranquilo, como si todo hubiera vuelto a su lugar original, pero regresé ahora en agosto y resulta que no reconozco estos olores, los encuentro demasiado cargados, y no es que sean específicamente las mesas, el suelo, las botellas o los platos, más bien es que tras tantos días abandonado, el lugar adquirió un perfume como a rancio.
Esteban comenzó atendiendo mesas y luego preparó tragos, oficio en el que se ha afianzado.
Y no te voy a negar que me ponen nervioso estas fragancias extrañas, las siento como un recordatorio permanente de que este lugar ha cambiado sin mí, que me ha dejado atrás, pero uno termina por acostumbrarse, al final voy a incorporarme a estos olores y otra vez, dios mediante, me sentiré cómodo haciendo mi trabajo.
Un orgullo laboral de Esteban es haber creado su propia mezcla: el Trago Mendía (coctel de la casa), que es un Entre las sábanas (ron blanco, licor de naranja, brandy y jugo de limón) con la arriesgada variante de pimienta, sal de mar y canela. Cuesta 90 pesos y, según él, pasa fácil, a los clientes les gusta mucho, aunque no recomienda beber más de tres.
El problema no es la pandemia ni las crisis políticas, el problema es que a través de los siglos hemos demostrado que tras una tragedia las personas nos adaptamos a nuevas circunstancias por más adversas que sean, pero terminamos regresando a nuestras antiguas dinámicas jodidas, a nuestras antiguas costumbres viciosas, terminamos siendo los mismos violentos intolerantes pendejos que éramos, que roban, incendian, pisotean, humillan, violan, desprecian, envidian y mienten, y la naturaleza ya nos ha dado muchas oportunidades y, estoy seguro, que en su búsqueda de equilibrio terminará por deshacerse de su mayor y más decepcionante plaga.