Política

Justo ahora unirnos oficialmente

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Papá me felicitó tímidamente y mamá casi se va de espaldas: “¿Cómo que se casaron?”, dijo ella, “¿por qué no se esperan a que pase todo esto y lo hacen como Dios manda?”, y yo pensé en decirle que justamente porque a mí dios no me manda, pero necesitaba conciliar y le dije que esta pandemia ha llenado el mundo de miedo y de muerte, y que a Patricia y a mí se nos hizo muy linda la idea de justamente ahora decidir unirnos oficialmente y quizá tener hijos.

“¿Y qué hay de lindo en todo eso?, a mí se me hace horrible”, dijo mamá, y comprendí que se sentía herida, quizá traicionada, así que le dije: “Se me hace muy lindo que si todo está tan jodido y espantoso nosotros estemos apostando por el amor, por los nacimientos”, y mamá por fin sonrió y papá me volvió a felicitar tímidamente.

Aunque, claro, me abstuve de contarles que estuvimos dando vueltas como mensos a un juzgado en Av. Revolución, en la Escandón, en donde invariablemente nos decían, ya fuera a las 8 o a las 12, que no había lugar ni citas disponibles, que volviéramos al día siguiente a ver si teníamos más suerte.

Al quinto rechazo estuvimos a punto de tirar la toalla, pero se nos acercó un coyote y con 2 mil 500 pesos nos resolvió en dos horas lo que nosotros no pudimos hacer tras un mes de intentar tramitar por las buenas nuestra acta matrimonial.

Nos consiguió cita con la jueza a las 9 el viernes 13 en Coscomate, y Patricia repeló: “yo no voy a casarme un viernes 13 del 2020”. “La otra opción sería hasta el año que viene”, dijo el coyote, y Patricia terminó por aceptar y hasta por bromear: “sin duda vamos a tener una historia que contar a nuestros nietos: nos casamos en tiempos de la peste”.

Llegamos a Coscomate, por Médica Sur, a las 845 y estuvimos parados en la calle, bajo el sol, durante tres horas y media, con nuestra ropa elegante (no demasiado, pero sí prendas formales), viendo a otras parejas entrar y salir, y familias de 10 y de 15 esperarlos afuera con coronas de flores y confeti hasta que llegó nuestro turno y nos pasaron como a una ventanilla de banco con una mica entre nuestras caras y la del funcionario al otro lado, que nos hizo firmar aquí y allá y poner la huella de nuestro pulgar derecho; luego salió la jueza y ahí mismo comenzó a decir su discurso (no se le entendía mucho a causa del cubrebocas), que fue breve y directo; transmitía buena vibra, nos veía constantemente a los ojos.

Terminó, nos felicitó y a nuestro lado llegó un señor que a gritos comenzó a exigir que le explicaran por qué en el sistema no estaba registrada el acta de su padre muerto hace cuatro años.


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Hugo Roca Joglar
  • Hugo Roca Joglar
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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