Seguramente nadie en América deseaba quedar fuera de la Copa Mx y mucho menos a manos de un equipo hipotéticamente inferior, por tratarse de un competidor de la Liga de Ascenso; no es buena publicidad y desde luego que provoca dudas.
Pero Juárez fue un gran rival y, como dicen, de estas sorpresas se nutre el futbol. Serie de penales. ¿Incapacidad? ¡Algo hubo de esto! ¡Un poco de todo, también! Pero bien pudo ser América el cuartofinalista. A veces la suerte también cuenta. Aunque este no sea el caso, pienso. Fue una serie de malas decisiones, como no liquidar el juego a tiempo. La ausencia de Diego Lainez. Etcétera. Luego, tampoco deseaba desde luego Mateus Uribe fallar el penal que acabó de engrandecer la figura de Raúl Gudiño en el Clásico con Chivas; de hecho, América buscó el juego siempre, la portería constantemente, pero el rival se plantó con dos líneas durísimas, la media menos inexperta que la última, pero dinámica, con jugadores veloces que casi siempre llegaron a arrebatar a quien entrara, por donde lo planteara el Piojo.
Dos juegos que se le fueron a las Águilas, casi en idénticas condiciones; ante Chivas tuvo para anotar primero, pero no fue certero; ante Juárez sí, pero le faltó constancia, anotar más, tenía con qué y se conformó demasiado pronto. Sin embargo, en general no luce el América del Piojo Herrera como un equipo que esté satisfecho de la obra, no debería, tiene aún la Liguilla a dos triunfos de distancia, pero en ello radica la principal lección de la semana que acabó, en replantear su futbol. Por ahora todo indica que América seguirá siendo un equipo tropellado e irreflexivo, como las declaraciones de Miguel, cada vez más enojado, mucho más que de costumbre, retador; quizá porque siente que perdió el control de un plantel que ya no digiere su discurso.
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