Las idas y vueltas sobre la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a México, Canadá, China y otros ha removido tanto el escenario internacional que las consecuencias ya están a la vista. El nerviosismo derivado de los vientos de guerra comercial no solo representa un mal pronóstico para los países directamente involucrados sino que el malestar se extiende a nivel internacional. Con la aplicación de aranceles y las respuestas correspondientes, el efecto negativo en el comercio se extiende a las perspectivas de crecimiento, a las inversiones, los empleos y el combate a la pobreza.
Para América Latina, que ya inició el año con un pronóstico de crecimiento de 2.4 por ciento para 2025, las perspectivas se vuelven sombrías a la luz del impacto comercial que pueden tener los aranceles en países como México, Brasil y Colombia, fundamentalmente. En el caso de México, el banco suizo UBS redujo sus expectativas y prevé que la economía mexicana tenga crecimiento cero en 2025. En una anterior estimación el banco calculaba un repunte del 1 por ciento, pero debido a la incertidumbre derivada de las amenazas de aranceles redujo sus expectativas.
El nerviosismo en los mercados y la exacerbada incertidumbre sobre los inicios de una guerra comercial afectan a los grandes indicadores, como el crecimiento y la inversión, pero además se extienden a lo micro golpeando la generación de empleos, la calidad de los empleos, los salarios y los emprendimientos. Si en América Latina tenemos 172 millones de personas en condiciones de pobreza y más de la mitad de los empleos se encuentran en la informalidad, con esta situación de incertidumbre lo más probable es que esto no cambie mucho, salvo que sea para empeorar.
Ante este panorama internacional incierto y complejo, la gran pregunta de fondo es qué tan dinámicas son las economías para enfrentar las adversidades y lograr buenos resultados. En el caso latinoamericano sabemos que la mayoría de las economías son precarias, vulnerables y dependientes. En el caso mexicano hay una desaceleración que viene desde el año pasado, las inversiones por la relocalización de empresas no terminan de concretarse y hay mucha tensión debido a que Estados Unidos es el destino de más del 80 por ciento de las exportaciones.
En tiempos de incertidumbre, una de las grandes necesidades es tener la suficiente fortaleza interna para enfrentar tempestades. Y esto requiere de planificación a mediano y largo plazo, y sobre todo de un trabajo constante en la mejoría de la educación, la ciencia, la tecnología, la innovación, la infraestructura. Nuestras economías latinoamericanas son lentas y torpes, dependientes de pocos rubros y mercados, y no pueden enfrentar situaciones de crisis debido a que estamos rezagados en aspectos centrales como la calidad educativa. La incertidumbre hoy está frenando la economía pero debería impulsarnos a replantear estrategias para lograr un mayor dinamismo propio y una mayor capacidad de crear, innovar y reinventar.