No hay tabúes para el cine argentino. Un claro ejemplo es la película "XXY", que cuenta la historia de Alex, un intersexual de 15 años que vive con dudas y angustias en relación con su cuerpo y sexualidad. Su madre invita a una familia de amigos: Ramiro, un médico estético, Ericka y su hijo adolescente Álvaro. Ramiro está interesado en practicar una cirugía a Alex para la extracción permanente del órgano sexual masculino. Alex está en crisis, porque su relación de toda la vida con el discurso que necesitaba para volverse normal generó una cierta asimilación, que podemos llamar tiempo vivido. Es a través del discurso que se ve a sí misma y ese discurso está en todas sus experiencias.
Esta imposición del discurso cristalizado, como una voz que anuncia cómo debe ser la realidad, histórica, colocada en instituciones, ha estado marcando la vida de Alex. Cuando habla con Álvaro y le explica su intersexualidad, le dice que no puede ser. En un momento incluso se llama a sí misma un monstruo, el discurso médico de categorización produce esta frase en su vida, el impacto de estar sin lugar porque no encaja en ninguna categoría.
Cuando Alex es sorprendida por unos chicos de la escuela que quieren violentarla, se siente muy mal. Sin embargo, este evento contribuyó a exponerse a la sociedad cuando fue a presentar una queja ante la policía. Y cuando tiene relaciones sexuales, se produce una división: el pensamiento interfiere con lo real. A través de estos eventos Alex comienza a sentirse un poco más libre para hacer lo que ella piensa mejor con su sexualidad, incluso decide dejar de tomar el medicamento, los corticosteroides.
El construccionismo critica el discurso positivista que, basándose en los resultados de una experiencia, hace una generalización, comenzando por lo particular a lo general, mirando sólo lo real, generando jerarquías. En la película vemos este positivismo todo el tiempo. Alex no necesitaba ingresar a una categoría, femenina o masculina, sino inaugurar nuevas formas de discurso, formas de comprender su realidad, permitir una vida mejor, y eso es lo que comenzó a hacer cuando vio la posibilidad de reinventarse. El positivismo genera una anomalía, que no debería ser nuestra forma de mirar al otro. Nuestra producción de significado se realiza en relación con el discurso, lo que hace posible la realidad, por lo que el discurso, la idea de género debe expandirse más allá de lo femenino y lo masculino, y debemos ser creadores y no simplemente reproductores de biopolítica.