Política

Morena en su laberinto

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El conflicto en que está metido Morena con motivo de la elección de sus nuevos dirigentes es un berenjenal. Es difícil predecir cuál será el desenlace de la elección, la profundidad de la fractura, el tipo de partido que intentarán construir y el impacto que tendrá en el desempeño electoral de Morena el próximo año. Más o menos sabemos qué quieren los actores involucrados, pero en algunos casos, esos intereses son contradictorios, por lo que se generarán nuevos conflictos que, a su vez, producirán una dinámica de enfrentamiento y desorden que ni siquiera AMLO podrá controlar por completo, como ya se está viendo en el proceso de elección.

El dilema principal es si Morena seguirá siendo un movimiento al servicio de un caudillo o se convierte en un partido institucional, con una identidad clara en función de un proyecto ideológico y programático, producto de una deliberación incluyente de las corrientes, grupos y personalidades que lo integran. Es evidente que AMLO desea lo primero, es decir, disponer de un partido que le rinda una obediencia ciega en materia de apoyo legislativo y la mayor eficacia electoral posible.

Es muy probable que la obediencia legislativa se la garantice cualquiera de los ganadores (aunque no habría que descartar sorpresas en caso de que Muñoz Ledo triunfe), pero en la medida en que avance el sexenio y se acerque la elección del candidato presidencial, el grupo que controle Morena tratará de que el partido se vaya institucionalizando al margen de los deseos de AMLO y defina un perfil y un programa de gobierno atractivo que le permita ganar en 2024. ¿Será suficiente proponer el anti-neoliberalismo como oferta de gobierno, cuando el país estará en una bancarrota económica, social, política, una violencia imparable y sin haber acabado con la corrupción?

El pragmatismo y caudillismo de AMLO hizo de Morena un receptáculo de todo, que le dio cabida a personajes, grupos y partidos disímbolos y antagónicos, desde los evangélicos ultraconservadores hasta los seguidores incondicionales de Cuba y Venezuela, pasando por los mercenarios del PVEM, más priistas, panistas, perredistas, comunistas. ¿Es compatible y deseable esa mezcla contradictoria y confusa con la necesidad de dotar a Morena de una identidad programática e ideológica más allá de AMLO? ¿Es viable una coalición política como la de 2018 sin un caudillo? Los jaloneos entre partido y Presidente al final del sexenio serán de pronóstico reservado.

En cuanto a la eficacia electoral está por verse cómo se verá afectada por el nivel de enfrentamiento entre los grupos que se disputan la dirigencia nacional. Los agravios que ya se hicieron difícilmente sanarán en un año; además, sin reglas claras ni padrón de militantes y una dirigencia cuestionada, los procesos de selección de candidatos serán una cena de negros. De los más de tres mil candidatos a escoger el próximo año, ¿cuántos serán electos por tómbola, por encuestas o dedazos de AMLO o la dirigencia nacional? ¿Cuánta legitimidad tendrán los favorecidos? ¿Qué tan sólida será la lealtad de los perdedores? ¿Cuántos se regresarán a los partidos de los que se salieron? ¿El carisma de AMLO y la estructura gubernamental de los siervos de la nación serán suficientes para compensar el desbarajuste organizativo e institucional de Morena?

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Guillermo Valdés Castellanos
  • Guillermo Valdés Castellanos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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