A casi dos años de iniciado este gobierno se ha dicho todo sobre el estilo de comunicar del presidente López Obrador. No es ningún secreto que gobierna más a través de la palabra que de los actos; dice mucho y hace poco y gran parte de lo que dice son dichos sin comprobación posible, medias verdades o de plano, mentiras duras y burdas. Según SPIN, Taller de Comunicación Política, hasta el 15 de julio, en 409 mañaneras realizadas a esa fecha, había hecho 4 mil 827 promesas, 2 mil 598 compromisos y 20 mil 715 afirmaciones incomprobables. Además, había pronunciado mil 563 mentiras. Un promedio de cuatro diarias dichas por un presidente que promete un día sí y otro también, no mentir.
El informe presentado ayer sigue la misma tónica. El tratamiento dado a los temas tenía dos partes. El primero —que es la nota característica más evidente de este segundo informe— consistía en evadir casi por completo la realidad y cuando le era imposible no referirse a ella, la suavizó y minimizó al extremo. La segunda parte del tratamiento de los problemas consistía en enumerar las acciones las del gobierno para enfrentar las crisis, mediante las afirmaciones incomprobables o mentiras.
La crisis económica es para el Presidente un fenómeno transitorio, que nos pegó menos que en Inglaterra, Francia y España y aunque en el primer semestre el PIB ha caído 10.4 por ciento, ya comenzó la recuperación que será en forma de “V”. ¿Desempleo y pobreza? Nada al respecto. Entonces enumera los apoyos dados a la población para enfrentar la adversidad: los consabidos datos de sus programas sociales que no tienen manera de ser comprobados: 23 millones de familias (el año pasado eran 23 millones de personas; ahora se convirtieron en familias) beneficiadas por las transferencias monetarias directas. El problema es que no hay datos públicos ni siquiera sobre los padrones de beneficiarios, menos sobre las entregas reales de los apoyos. Todo con los mismos recursos del año pasado. ¿Cómo es posible beneficiar a 70 por ciento de los mexicanos con los mismos recursos que el año pasado con los cuales se beneficiaba a 16 por ciento de ellos?
Con respecto a la crisis sanitaria, primero la evasión: ninguna cifra de contagiados ni la catastrófica —según el calificativo de López Gatell— de 65 mil muertos. Aquí el rescate al gobierno vendrá de parte de Carlos Slim con la promesa de fabricar pronto la vacuna, porque la promesa de AMLO de que tendremos un mejor sistema de salud posterior al covid-19 difícilmente es creíble cuando este año, según la SHCP, el sector salud había gastado entre enero y junio 8 por ciento menos que el año pasado cuando no había pandemia.
En materia de seguridad, la evasión fue gigantesca. Se acepta que los homicidios crecieron 7.9 por ciento, pero no se reconoce que se está frente a un fenómeno descontrolado, de una magnitud del doble que en la época de Calderón, pero “ya no manda la delincuencia organizada” (no podía faltar la afirmación incomprobable). ¿Ya se le olvidó al Presidente la liberación de Ovidio Guzmán, donde claramente se vio quién manda? Y también frases que faltan a la verdad: “Ya no hay torturas, desapariciones ni masacres; se respetan los derechos humanos y se castiga al culpable sea quien sea”. Lástima que el video de las ejecuciones del ejército en Nuevo Laredo lo desmientan.
Y la frase para la historia: “No es para presumir, pero en el peor momento contamos con el mejor gobierno”. El problema es que se lo cree. ¿Lloramos o reímos?