Política

Don Ventajoso

Los ventajosos abundan por montones; pululan en el barrio, en la escuela, en los colegios, en las comunidades religiosas (todas), en las oficinas privadas y públicas, en la calle, en el mercado. En síntesis, donde haya más de dos personas, ya hay quienes buscan sacar ventaja sin siquiera darse cuenta del daño que ocasionan.

Desde niño, en mi barrio, cuando asistía emocionado a las posadas navideñas organizadas con sacrificio por vecinos igual de amolados, nunca faltaban los aprovechados: esos que le decían a quien repartía las bolsitas con cacahuates, una mandarina y colaciones, que les diera una más “para su hermanito enfermo que no pudo asistir”. Mentira total: el escuincle ni hermanos tenía.

Ser ventajoso en México pareciera un defecto de fábrica, un gen heredado a los descendientes; una idiosincrasia colectiva agrupada por regiones de un país —o de varias naciones con características similares—.

Ser latino es muchas veces interpretado por los racistas como ser inculto, corrupto y mañoso, alguien que no merece compartir una amistad o un intercambio de ideas con las jerarquías sociales basadas en la raza llamada blanca. Y, sin embargo, en repetidas ocasiones esos “paliduchos” representan lo peor del ser humano.

Hoy, cuando un periodista, un editorialista o un miembro de la nueva oposición critica, es escuchado solo a conveniencia por sus adeptos. Por eso no imagino a un simpatizante del oficialismo poner atención a los analistas del sistema, ni a un opositor ser todo oído de los aduladores convencidos de la transformación positiva del país.

Son inaceptables los muchos ejemplos descarados que se disimulan con frases repetidas mil veces hasta parecer verdades. Millones lo sabemos, pero el descaro de quien goza del poder —ahora absoluto— desanima a los inconformes y opaca las voces de quienes tienen un micrófono o una tribuna. A fin de cuentas, todos, uno a uno, llevando agua a nuestro molino, terminamos siendo conformistas y ventajistas.

Hoy crecen las mentiras, los insultos, los robos y los odios. Y eso no lo provoca el cambio climático; más bien es la evolución negativa de los valores.

Así somos, y nada tiene que ver con ser blancos, morenos o amarillos.


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Guillermo Gutiérrez González
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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