Fuentes anormalmente bien informadas han dejado correr el rumor de que un enviado de la doctora Sheinbaum le ha ofrecido a Gamés formar parte del gabinete. El amable enviado de la doctora no le reveló en qué parte del segundo piso de la cuatroté le tocaría. Gamés ha visto allá arriba a unos señores con banderas haciendo señales. ¿O hablamos de otro segundo piso? Sí, hay nerviosismo, inquietud, ansiedad. No comamos ansias con chipilín.
Así las casas (muletilla patrocinada por el licenciado Bartlett), en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leía sus periódicos de papel. Así leyó en las “Coordenadas” de Enrique Quintana este principio en su periódico El Financiero: “‘Si la opinión del pueblo’ es la que va a decidir lo que se hace y qué no se hace en este y en el próximo gobierno, sugiero que Morena organice un encuesta en la que le pregunte a la gente si quiere seguir pagando impuestos o prefiere no hacerlo”. La respuesta sería abrumadoramente negativa.
Gilga considera que muchos de los muy importantes asuntos de la vida nacional podrían decidirse mediante encuestas: ¿el pozol debe convertirse en la bebida nacional? ¿Las palabras terminadas en “d” deben terminar en “t”?, es decir “rectitut”, “responsabilidat”. Esto parece un dislate, pero no lo es menos que el hecho de que los ministros, magistrados y jueces sean elegidos por voto popular. Gil vota por Gamés para Juez de Distrito (vean que Gilga no quiso una magistratura de la Suprema Corte).
No sé decirte cómo fue
Analistas de fuste y fusta se devanan los sesos para explicarse, al menos en parte, el viraje que el electorado le ha dado al país. Sí, Gamés ya sabe que fue una elección de Estado, con 26 mil promotores compradores del voto, un Presidente activista que pisotea la ley, un INE guango y todo el dinero de los mundos para las campañas. De acuerdo, pero ni así alcanza la inequidad de la campaña a la hora de ver los resultados. Y resultó que las encuestas tuvieron razón.
Y sí había un voto oculto, no se equivocaron quienes así lo dijeron, pero el voto de Morena. C’est la vie. Gilga tiene alguna hipótesis que habrían envidiado Theodor W. Adorno y Max Horkheimer: ya tengo quien me dé dinero, por qué habría de arriesgarme a votar por otro partido. No se lo tomen a mal a Gil, pero ésta es una sociedad peticionaria: dame, dame, dame. ¿Sólo el dinero? Podríamos añadir la necesidad de un caudillo, un padre con mano de hierro, una oposición con tres marcas impresentables (PRI, PAN y PRD) y una desinformación descomunal (des-des) de los votantes; Gamés iba a escribir ignorancia, pero el pueblo mexicano es muy politizado, eso dice, al menos, el Presidente de los cien días.
Gamés forma parte de ese grupo de alarmados con los pelos de punta que considera que la reforma del Poder Judicial, es decir, su desaparición real como un efectivo contrapeso en la división de poderes. Tres poderes en una persona. Si además neutralizan al árbitro electoral, el Tribunal ya de por sí, la joven democracia mexicana habrá hecho un viaje al pasado remoto. Lectora, lector, póngale nombre a ese sistema político, Gil no se atreve porque es supersticioso y cree que si pone la palabra, ésta se cumplirá como se cumplen los destinos funestos. Ah, el pensamiento mágico.
Miedo en la UNAM
Gil no da crédito y cobranza. La UNAM no acababa de tragarse las majaderías del Presidente y desconocer a sus investigadores de Jurídicas cuando ocurrió lo inaudito, un boletín de la UNAM: “La depreciación del peso frente al dólar registrada en los últimos días es menor y no debe preocupar a la sociedad, no hay síntomas de una crisis y siguen los pronósticos positivos de crecimiento y estabilidad económica”.
Gil cavilaba: ¿A qué le tiene miedo el rector Lomelí? ¿Quiere la misericordia de la Presidenta electa? Pues lo que tendrá será inclemencia. Gilga meditaba que en medio de los resultados electorales, el cambio de gobierno y la construcción del segundo piso de la cuatroté, la UNAM se convertiría en un espacio plural y diverso. No parece ser así, antes al contrario. Gil ya no puede con tantas mortificaciones.
Todo es muy raro, caracho, como diría Platón: “Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel que los tiranos”.
Gil s’en va