Gil soportaba estoico la canícula. Ventanas abiertas, enfriadores, camisa de manga corta y noches de sudores que le provocaron pesadillas. Sólo el buen humor de Pablo Gómez, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, lo ayudó a salir de sus agobios. ¿Dudan la lectora y el lector de que Gómez tenga buen humor? A las pruebas se remite Gamés.
Una nota de Rodrigo Vera publicada en su revista Proceso informó que “Pablo Gómez aseguró que el voto en la revocación de mandato tiene carácter de obligatorio y, por lo tanto, quienes no votaron el pasado domingo pueden ser sancionados”. Veamos: si el padrón electoral tiene poco más o menos 92 millones de empadronados y salieron a votar 16 por la ratificación, o como se llame, entonces 76 millones de mexicanos deben ser sancionados. ¿No es una gran vacilada? Bien por Gómez, de hecho debería firmar como Gil Goméz.
A través de su cuenta de Twitter, Gómez hizo una interpretación de la fracción III del artículo 36 constitucional, señalando que ahí se establece la obligatoriedad de ir a votar en los procesos de revocación de mandato. Encarrerado, Pabletas (así le decimos sus amigos) detalló que el artículo 35, en su fracción I, estipula el “derecho” a votar, mientras que el artículo 38, fracción I, señala la “sanción” por no ir a votar. Dijo textualmente el titular de la UIF:“La Constitución (35.I) señala obligatorio el voto en la revocación de mandato. La ‘autoridad electoral’ nunca lo dio a conocer a la ciudadanía porque estaba en contra del procedimiento. No hubo todas las casillas porque el INE retuvo 1,360 millones en sus ilegales fideicomisos”, Mju. Luego enmendó su plana “Corrección: el artículo 35.I señala el derecho y el 36.III de la Constitución señala la obligación de votar. El 38.I la sanción por no hacerlo”.
Que Gómez que adivinas (sí, pésimo chiste), La autoridad electoral explicó con claridad que utilizar los fondos de esos fideicomisos para organizar la ratificación-revocación sería ilegal e incurrirían en responsabilidades jurídicas (Gil también le sabe a lo de las leyes y sus cuentos).
Sería una gran noticia que le daría la vuelta al mundo: a 76 millones de mexicanos y mexicanas se les retiran durante un año sus derechos ciudadanos. Ah, que Gómez.
Invadir, asaltar
El sagrado derecho a delinquir ha sido violentado en la plenitud de la Semana Santa. Una nota de Carolina Gómez publicada en su periódico La Jornada informó que “luego de que tres integrantes de la agrupación Okupa Cuba Monumenta Viva (Gil no tiene la culpa de que así se llame la organización) fueron desalojadas del inmueble que la Comisión Nacional de Derechos Humanos tiene en el centro histórico, algunas colectivas (así dice la nota), a través de sus redes sociales criticaron el hecho”.
El inhumano desalojo dejó sin hogar a estas mujeres que asaltaron las oficinas de la Comisión de Derechos Humanos para quedarse a vivir en ellas. Gil se rebela ante estos hechos represivos de lesa humanidad, o como se diga.
Mujeres de la Sal, escribió: “CdMx. Cuerpos policíacos ingresan con violencia a la Okupa, esto hace unos minutos. El gobierno mexicano con todas las agresiones contra mujeres, pareciera que abiertamente declaran que nos odian, que efectivamente esto es una cacería contra nosotras”. Gamés defiende con toda su alma el derecho de estas mujeres a invadir predios y asaltar casas.
Brujas del Mar exigió al gobierno capitalino, luego de la detención, respetar los derechos humanos de las mujeres que se encontraban ocupando el lugar. Pequeño problema, sus derechos humanos de ellas no se podían respetar porque, precisamente, habían tomado las oficinas de la Comisión. Qué problema. Desde este columno periodístico, Gil también pide respeta para los mujeros que fueron detenidos.
La ley del martillo
La denuncia que ocasionó el desalojo y la detención de las activistas fue realizada por una mujer. Una maestra de la UAM pasaba en su coche por la calle de Cuba, las luchadoras sociales le pidieron dinero. Ella se negó a abrir su bolso. Entonces las activistas embozadas tomaron el martillo, el cincel y esculpieron el automóvil de la señora hasta convertirlo en una bella escultura de arte moderno. Hay quien ignorando el arte le llama a esto destrucción de la propiedad ajena, pero Gilga sabe que se llama arte revolucionario. De pasada, estas revolucionarias le robaron a la señora su celular. Matanga dijo la changa.
Todo es muy raro, caracho, como diría Ortega y Gasset: “Odiar a alguien es sentir irritación por su simple existencia”.
gil.games@milenio.com